Palpito Digital

José Muñoz Clares

El horror que nos habita.

El suicidio, el suicidio…  En inglés  no se autoinflige sino que “se comete”, porque hay una arcaica tradición cultural que ve en el suicidio un crimen y no una salida desesperada de quien ha perdido toda esperanza de que merezca la pena vivir. Aunque sólo sea por ver cómo sale el Sol y los ríos fluyen…

Recuerdo que, hace mucho tiempo – era yo joven -, un muchacho que opositaba a notarías se presentó ante el tribunal por enésima vez. El tribunal le dijo que dejara el examen que no estaba haciendo bien y, sin pensarlo más, sacó una pistola, disparó contra el tribunal hiriendo a uno de sus miembros, volvió hacia sí la pistola y allí mismo se pegó un tiro en la sien. Huelga decir que allí acabaron sus aspiraciones, todas, y se abrió el abismo que deja detrás todo suicidio, un rosario interminable de preguntas, de desazón y llanto. Como Blesa.

¿Quién los había convencido de que sin ser notario o ser rico no se puede vivir?

Tenía que pasar y al final ha pasado. La presión subsecuente a la muchísima corrupción que nos corroe tenía que producir víctimas tangibles, de las que se entierran y, después, a repartir bollo y hoyo entre el suicida y los deudos. Se acabó. Punto final.

No me caía bien Blesa. Me caía mal por chulo, por rico insultante y por serlo con una fortuna amasada de mala manera. Pero si hubiera estado cerca y hubiera podido habría intentado convencerlo de que la salida por la que ha optado es, sin duda, la peor. Porque ha puesto fin a todo, incluida su capacidad de defenderse y, eventualmente, purgar en prisión lo mucho que de mal hizo. Alguien o algo lo convenció alguna vez de que sin ser inmensamente rico y desvergonzado no se podía vivir y ahora hay gente como nosotros, más de la que podamos pensar, que está llorando a Blesa, aunque le cueste trabajo aceptarlo a los neoinquisidores de los que se ha llenado España, para quienes el suicido de Blesa no es más que justicia tardía que debió aplicar antes de inventarse el negocio de las tarjetas black. Sí, habría sido lo mejor para todos: que dejara el dinero público en paz y que siguiera disfrutando de lo que hubiera ganado honradamente. Pero ha sido que no. Habrá quien se apene por no verlo entrar en prisión para 6 años, 6, a que estaba ya condenado.

Ocurrió en provincias, en una causa por corrupción, que uno de los imputados murió prematuramente de muerte natural. La más casposa cabecera local, representada por el más abyecto de sus plumíferos, entendió que lo relevante del asunto era el hecho de habernos privado de verlo en juicio y de verlo entrar en prisión.

No puedo alegrarme de la trágica muerte de Blesa. Será porque me he hecho viejo pero esa es la realidad.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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