Palpito Digital

José Muñoz Clares

El estacazo

Llach suscitó simpatías entre los españoles por un tema, L´estaca, que nos animaba a ejercer la oposición contra un putrefacto franquismo que por igual nos incordiaba. Teníamos entonces un enemigo común que, últimamente, se ha convertido en el genuino representante de “todos” los españoles una vez que los catalanes decidieron soltar amarras históricas y vender por el mundo la idea de que todos los españoles, menos catalanes y vascos, apoyaban a su excremencia en el ejercicio despótico del poder. Quisieron que olvidáramos cómo las más genuinas familias vascas y catalanas, sagas de apellidos bien sonoros, compadrearon con la dictadura para obtener fortunas inmensas que han venido disfrutando sin rubor alguno.

La Vanguardia – en tiempos de L´estaca se apellidaba “española” – del 18 de julio de 1970 llevaba en portada una foto de Franco saludando en plan torero; ocupaba toda la página salvo un pequeño faldón en que se nos recordaba que se cumplía el trigésimo cuarto aniversario del “Alzamiento Nacional”. Y lo mismo ocurrió en 1971, en 1972, en 1973, en 1974 – Franco despachando con Arias en el hospital – y en 1975. No recuerdo que Llach pusiera grito alguno en el cielo. Tampoco Pujol, el exhonorable, ni ninguno de quienes tenían ya por entonces edad de disentir y hoy se muestran partidarios de irse de una España que ellos ven habitada sólo por franquistas, para recluirse en una Cataluña provinciana y ocupada por exfranquistas renegados de su pasado.

Llach se erige en ángel precursor del ángel exterminador que nacerá del parlamento de Cataluña una vez los mentecatos de Puigdemont, Junqueras y asociados se atrevan a poner en marcha el plan que ellos creen sagaz, destinado a pillarnos desprevenidos y desarmados como Franco quería a los rojos: cautivos y desarmados. Y se erige en comisario político estilo NKVD soviético que eliminaba no sólo a los opositores sino también a los meramente tibios. Llach, el otrora opositor, se convierte ahora en el precursor del estacazo que le piensan dar a quienes no comulguen de inmediato con la rueda de molino colectiva que le han vendido a una parte significativa – pero no mayoritaria – de los catalanes. Quieren estos despreciables mandangas ganar con un reglamento amañado y unos votos de aluvión- derechas podridas PDCat, izquierdistas de salón ERC, anarquistas CUP… – lo que tradicionalmente se venía ganando con una guerra: echar a un ejército de parte del territorio de su nación. Y para ello empiezan por acojonar a los únicos armados con que cuentan, los mozos de escuadra, que tendrán que optar dramáticamente entre acatar el poder recién votado pero no consolidado o, por el contrario, obedecer las órdenes legítimas que le vengan de las autoridades españolas, órdenes que hasta hoy están cumpliendo. Y con ello se les obligará a jugarse su carrera – si no triunfa el golpe de Estado -, la pensión y la vergüenza de ser tenidos por traidores una vez se imponga el Estado de Derecho y las aguas vuelvan a su cauce.

¿O se creen que los catalanes van a enterrar el seny bajo unos votos insensatos? ¿Se van a dejar llevar por el impresentable Junqueras hacia el muro en que termina el callejón al que ya los ha conducido? ¿Se estrellarán, y con ellos el futuro de sus hijos, con tal de demostrar que España no es un país democrático?

Han jugado de farol, en la esperanza de que España les negociara un cupo a la vasca y el Estado ha jugado sus cartas diciendo «las veo», salvo el impresentable y difunto Sánchez, que cree que ganándose a los socialistas catalanes volverá a la secretaría general.

Los faroleros están ahora con las vergüenzas al aire y quemando el último cartucho: acojonar a los propios. Háganlo en buena hora pero si lo que de verdad quieren es imponer la independencia contra todo un Estado de Derecho, sepan que  los medios son otros pero que para usarlos hay que ser bastante más arrojado de lo que ellos son.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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