Palpito Digital

José Muñoz Clares

El gato de Montesquieu

Corren malos tiempos para la separación de poderes.Todo fue caer la monarquía absoluta y descubrir el hombre blanco que en el campo de la política había ratones que se comían el sentido común. Pero entonces vino el sr Montequieu y soltó un gato que había criado para echar a los ratones del parlamento, del ejecutivo y de los jueces. Desde entonces lo nostálgicos de Luis XIV andan persiguiendo al gato bajo pretexto de que es el gato el que los sigue a ellos.
Montesquieu, como digo, soltó el gato para que mantuviera a raya a quienes, como Trump o Maduro, encuentran que la vida les iría mejor si no hubiera jueces que pararan sus descabelladas acciones o un parlamento que aprobara leyes, gusten éstas o no a los poderosos.
Quienes ostentan el poder corren el peligro permanente de convertirse en roedores, sean pequeños ratones sean ratas adaptadas al arte del rejoneo. Los roedores se concentra en roer y roer para que los dientes ociosos no les crezcan y les acribillen el paladar, y cuando se trata de los roedores que pululan por las cloacas de la política lo que roen compulsivamente es el conjunto de derechos fundamentales sin los que puede que haya vida, pero no una vida que merezca la pena ser vivida.
Llegan los ratones contrarrevolucionarios y le dicen al patán de Maduro que puede no acatar las leyes emanadas del parlamento, y ahí es donde aparece el gato de Montesquieu y organiza la escabechina. Uno de los que más guerra está dando para apartar definitivamente sus zarpas es el pequeño Pablicolás, que no ve golpe en lo que hizo Maduro manipulando el TS, igual que no ve limitaciones para la vida de las mujeres en Irán: la pasta le ayuda a olvidar lo que no se quiere ver y de principios de usar y tirar tiene el mozo los bolsillos llenos.
Cuando a Maduro, frustrado por la molesta voluntad popular, se le sube el mesianismo a la cabeza, se imagina un mundo en que no haya voluntad popular al margen de la suya y con unos jueces serviles, convertidos en ratones políticos que devoran el régimen de libertades, que acatan la sugerencia del gran jefe y secuestran la voluntad popular, y ello hasta que desde distintas instancias le recuerdan que pulula por las cloacas el gato de Montesquieu, cuya única obsesión consiste en comerse a los maliciosos ratones. Y en esta ocasión se los han comido, por más que la única consecuencia no pueda ser, en caso alguno, la mera continuidad de los ratones y su permanente tendencia a roer los fundamentos del Estado en beneficio de una casta bolivariana que, tras años oliendo a la más abyecta corrupción, entra ahora en fase de putrefacción absoluta.
Otro que va de ratones malvados es Trump, al que el gato de Montesquieu se le parece en forma de jueces insobornables que analizan las patochadas del magnate – no ha conseguido pasar de vendedor a presidente USA – y deciden que están llenas de roedores que si empiezan por abajo acabarán con el edificio entero. Y Trump a soltar bufidos contra los jueces que se escudan en la ley, la prensa que se escuda en la información veraz y los opositores que le quieren romper el juguete de ganar guerras. Así que el gato del sr Montequieu se está criando de dulce: gordo como una culebra de tanto comer devoradores de derechos humanos, hay quien piensa cruzarlo con una gata ya mayor que atiende por el nombre de Legalidad. A ver qué sale del cruce, pero una de las crías se la deberían regalar a Pablicolás, por si acaba aprendiendo algo.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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