Palpito Digital

José Muñoz Clares

Asesinato Alicante (IV): ¿Pueden hablar unas gafas? Según la policía, no.

Se hartó la policía de situar en el lugar del crimen testigos métricos – pirámides de cartón que identifican piezas de convicción – y el testigo métrico nº 3 se corresponde, según la policía, con unas gafas «de vista» – a saber lo que quisieron decir con eso: ¿Hay gafas para no ver? – de la víctima. ¿Eran ellos expertos en óptica como para apreciar qué tipo de graduación tenían dichas gafas? Debieron remitirlas para estudio y determinación de sus características porque en el escenario de un crimen nunca se sabe qué cosa va a terminar siendo decisiva. Y ahora sabemos que las gafas pueden acabar siendo determinantes, por más que es de temer que a estas alturas se hayan disipado los restos biológicos que tenían, además de sangre de la víctima.

La víctima no usaba gafas. Es un hecho cierto. Así lo declaró su hermana el pasado día 24, añadiendo que sólo usaba gafas “de cerca” para leer. Como cualquier persona de edad, sólo necesitaba gafas para corregir la presbicia.

¿Eran aquéllas unas gafas de cerca o de lejos, además de ser «de vista»? La última persona que vio con vida a la víctima declaró que estaba sentada en su vehículo, con la luz interior encendida y la puerta abierta, y le pareció que estaba hablando por teléfono. La relación de llamadas de su móvil revela que en aquel momento no estaba hablando pero sí sabemos que la víctima usaba frecuentemente whatsapp. De hecho, uno de los indicios que a la policía le llamó la atención fue que algunos de sus nietos, hijos de las hijas de la víctima, le remitieron un mismo mensaje de whasapp cortando relaciones con ella por haber intentado echar a sus respectivas madres del Consejo de Administración. Luego la víctima usaba la mensajería del móvil con frecuencia y si no estaba, cuando la vieron viva por última vez, hablando con nadie ¿no pudo ser que estuviera leyendo mensajes previamente recibidos? ¿No pudo ser que por eso llevara puestas unas gafas correctoras de la presbicia? Porque si habitualmente no llevaba gafas ¿para qué se iba a poner unas gafas de cerca si lo que pensaba hacer era conducir de forma inmediata para regresar a su casa junto a su hermana, que había salido minutos antes que ella?

De modo que lo que, una vez más, entendieron anodino, ahora resulta que puede ser pieza clave en el entendimiento de lo que pasó momentos o minutos antes de que la asesinaran: si llevaba puestas unas gafas para la presbicia no pudo ser para conducir y sí para leer sus mensajes en el móvil, lectura que no deja rastro alguno, de ahí que quien la vio e interpretó que estaba con el móvil bien se pudo referir a esa actitud que todos adoptamos cuando leemos nuestros mensajes. Estaba con el móvil, sí, pero no hablando por teléfono sino leyendo, y para eso necesitaba las gafas de cerca (?) que acabaron en el charco de sangre que  dejó cuando, nada más recibir los disparos, se bajó, cegada por las heridas, y se movió torpemente hasta caer al suelo en condiciones que la policía tampoco acertó a desentrañar.

O las gafas no eran suyas, lo que sería más inquietante. La hermana negó que lo fueran bajo el poco sólido argumento de que su hermana «era más discreta.” Las gafas son de montura negra y patas rojas, el colmo de la indiscreción hoy día en que comprarse unas gafas monocolor lo define a uno como antiguo y sin look. Pero aceptemos que no eran suyas: si es así, entonces las gafas eran del asesino, y conocer su graduación debió ser una preocupación profesional de la fuerza actuante. ¿Es que no lee la policía asesinatos clásicos? ¿No saben que el secuestro y asesinato de Boby Franks, cometido por Natham Freudenthal y Richard Loeb en 1929, se acabó resolviendo por la graduación de unas gafas? Hay hasta hasta  una película de Hitchcock al respecto (The rope, aquí La soga).

Pero no, una vez más el equipo investigador dejó pasar por alto este detalle contribuyendo  a amontonar zonas de penumbra en una investigación en que, al parecer, sólo conocían el fin que perseguían – acusar y encarcelar a Miguel – y el resto no fue más que vestir el muñeco hasta unir el crimen con la conclusión apetecida. Obraron, por tanto, como ciertos jueces construyendo sus sentencias: primero deciden lo que van a concluir y luego construyen el camino que conduce desde la pregunta hasta la respuesta que tienen previamente asumida. Es un clásico de la investigación penal en España: frente al Aristóteles atento a los hechos triunfa el Platón fascinado con las ideas. Y así nos va.

Y ya sólo nos falta indagar quién hizo que la investigación anduviera por estos derroteros, pero eso será objeto de la próxima entrega.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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