Palpito Digital

José Muñoz Clares

Inflar a palos a según quién

Es de libro: el art. 14 de la Constitución proclama la igualdad de los españoles ante la ley, sin distingo alguno, pero hay quien responde en plan ideológico como sostiene el profesor Schwanitz – q. e. p. d. – que respondió Adán a Yahveh en relación con el espinoso asunto de la serpiente, con el único afán de embarullar el asunto del fruto del árbol prohibido: “no fui yo, fue la mujer que me diste…” Y luego, para encauzar el asunto, inventamos el matrimonio como tesis y el divorcio como antítesis pensando en salir de atolladero, porque los líos, apenas dos generaciones después de Adán y Eva, se globarizaron… y en esas seguimos. Lío va, lío viene.
En Murcia, hace unos días, inflaron a patadas a una chica muy de derechas unos izquierdistas extremosos, en la seguridad en que estaban de que ni las feministas saldrían a defender a la víctima de semejante abuso. Más de diez contra una, además abatida en el suelo, y seguían dándole patadas. Ya lo destacó el maestro Martínez-Abarca en un periódico que sigue llamándose La Verdad pese a los fuertes indicios en contra. Y nada ha conseguido si no es el creciente odio que le profesan las mujeres en general y las feministas en particular, desde que una de ellas, activista cultural de la UGT, al terminar una cena en que había una tercera indeseable que acabó tirando la toalla por cansancio – ¿estaría pensando en un trío, la muy golfa? -, la sindicalista y feminista cerró la puerta con un golpe de culo y le espetó: “Y ahora, maltrátame como a una perra”. Que se muera Trump si es mentira. Y con la “y” copulativa en primer término para no dejar lugar a dudas sobre sus perversas intenciones. Mi amigo declinó el requerimiento so pretexto de que se le cansa la mano sólo de pensarlo. En el fondo es un blandengue bienintencionado.
Así que lo de inflar a alguien a patadas es un acto bueno o malo según quién sea el inflado/a. Si es de derechas, por muy extremas que sean, es una buena acción que los dioses nos han de recompensar con un cielo largo y aburrido a base de arpa y malas compañías; pero si la víctima es una joven sin adscripción hay que pedir para el asesino poco menos que la pena de muerte revisable post mortem. Frente a esa realidad, plenamente asentada, no cabe sino levantar el dedo y decir que no, nos cueste lo que nos cueste. O votar a Trump en las próximas aunque no se presente. Incluso votarlo para secretario general del PSOE, para presidente de la comunidad de vecinos, en fin, para lo que sea, pero votar al pelopaja para no perderlo de vista y tenerlo controlada. Con permiso de la CIA, de la NSA y del FBI, claro está.
Hemos de concluir, por tanto, que la cuestión no es de sexo – género lo llaman los más pacatos, esos y esas que tienen prohibido del sexo hasta el nombrarlo – sino de ideología: que a uno de derechas se le puede inflar a palos porque así lo establece el Derecho Natural – en plena época de Derecho Artificial, y si no que se lo pregunten a la Ley Hipotecaria -, y a uno de izquierdas no se le puede ni reñir aunque haya asesinado tras violarla a una ancianita infeliz que le abrió la puerta porque iba vestido de ONG. Y no es asunto pasajero ni de provincias sino generalizado.
Pues así son las cosas y así se las he contado. Ustedes mismos.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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