Palpito Digital

José Muñoz Clares

Delincuentes al poder

«Sólo porque seas periodista no quedarás excluido de los asesinatos si eres un hijo de puta», dijo Duterte en plena campaña electoral que le dio el poder en 2016. El portavoz del equipo de campaña se apresuró a decir que las declaraciones del jefe habían sido «sacadas de contexto». Pues bien, el delincuente Duterte, que ha matado con sus propias manos a alguno de los que él mismo ha calificado de enemigos, tal como lo pensó lo hizo y ya vamos por más de siete mil (7000) asesinatos entre la ley de fugas que aplica la policía a los que quiere, huyan o no, y los que está asesinando por libre, una especie de somatén ciudadano con incrustaciones de policías fuera de servicio con inclinación al gatillo fácil. Abierta la veda, matar hoy día a un enemigo personal en Filipinas cuesta tan poco como pegarle un tiro y meterle en el bolsillo una papelina de cualquier cosa que parezca droga, y por tan sencillo expediente se están ajustando muchas cuentas pendientes: cornudos escocidos, colindantes enzarzados en un pleito, envidiados por cualquier razón, etc., etc. Antes de continuar, un inciso: alguna vez nos tendrá que explicar un lingüista qué significa exactamente un “ajuste de cuentas” no contable y por qué se entiende que “hijo de puta” significa una cosa u otra según el contexto. Retomando, resulta ilustrativa la inquietante forma en que encontró la muerte un empresario surcoreano, de nombre Jee Ick-Joo, al que un grupo organizado de asesinos secuestró tras asaltar su casa. Pidieron rescate pero al final prefirieron asesinarlo. La investigación estableció que entre los facinerosos había algunos componentes del cuerpo de seguridad nacional, quienes cometieron el crimen escudados en una supuesta orden de detención asociada a la lucha contra las drogas. Aquí procedería que el lingüista nos aclarara si debemos meter esta muerte en el saco de los ajustes de cuentas o en el de los muertos fuera de contexto. El caso es que el pobre Jee está definitivamente muerto a manos de la policía que estaba allí para protegerlo.
Y ahora vayamos al contexto: el PIB de Filipinas (2.140 $ por año) lleva una racha descendente desde hace casi una década, lo que los sitúa en el puesto 135 entre 196 países estudiados. Ricos, lo que se dice ricos, no son. Tampoco son longevos: su esperanza de vida, construida a base de mortalidad infantil y asesinatos, está en los 68.27 años por cabeza, de ahí que la muerte prematura cada vez impresione menos. Un filipino medio vive 12 años menos que un español. Los hay peores, claro que sí, pero por poco que se esfuerce Duterte puede alcanzar las más altas cotas de la miseria al respecto. Y, en lógica consecuencia, el índice de Desarrollo Humano se sitúa en el último tercio de los países analizados. En resumen: que no es este el momento de viajar a Filipinas, y menos si va uno cargado con alguna que otra adicción, sea a drogas legales – alcohol, tabaco… – o de las también legales que se venden con receta. Tampoco es conveniente visitar Filipinas si tiene uno alguna cuenta pendiente en el lugar, tenga razón o no en su reclamación. En Filipinas, como era de temer por lo dicho en campaña por Duterte, se ha impuesto la ley de Lynch y su corolario preventivo: primero disparamos y después, si la víctima colabora, preguntamos, pero sin mucho ánimo de darle conversación al muerto.
Los seres humanos anticipamos de palabra lo que estamos dispuestos a hacer y, normalmente, lo hacemos. Duterte parece humano y muy cumplidor. Trump parece de la misma escuela y ya va asomando la pata. De momento dice que el ecologismo se ha desbocado y ha autorizado un par de oleoductos que Obama paró. De ahí a pintar patos y costas de negro hay un mal paso. También dice que la tortura es muy efectiva para acelerar las investigaciones. Habla de combatir fuego con fuego. Cuando en cualquier país se exhorta a la policía a actuar como delincuentes con licencia para torturar y matar no se reduce la cifra de delincuentes sino que aumenta, pero como se refugian en el poder pasan casi desapercibidos. Eso ha hecho Duterte, eso está haciendo Trump. Veremos a qué nos conduce esta nueva ola de capitalismo armado y fuera de control.

 

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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