Palpito Digital

José Muñoz Clares

La analista Bescansa

El nacionalismo vasco lo puso en marcha un descerebrado llamado Sabino Arana. El fervor que Sabino suscita entre los suyos es de tal calado que en la sede del PNV se conservan como reliquias  algunos escombros de la casa del santo, entre los que destaca una reja de uno de los balcones. Quien conozca lo que hizo la propaganda del Opus con la casa de su santito encontrará jugosos paralelismos.
Entendía Sabino que la española era la raza “más vil y despreciable de Europa”, extremo que se manifestaba en la propia cara de unos y otros: inteligente y noble la del vizcaíno, inexpresiva y adusta la del español; en materia de andares el vizcaíno era apuesto y varonil mientras que el español o no sabía andar o lo hacía en términos femeninos, y ponía de ejemplo a los toreros. Pero donde más brilla la enjundia del pensamiento sabiniano es en el origen de la conducta criminal que, como cabía esperar, es racial: “según la estadística, el noventa y cinco por ciento de los crímenes que se perpetran en bizkaya se deben a mano española, y de cuatro de los cinco restantes son autores bizkaínos españolizados», lo que lo llevó a concluir: “Gran número de maketos parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna; su mirada solo revela idiotismo y brutalidad.”
Por más que Sabino tuvo un rapto de lucidez senil y dos años antes de morir abjuró de sus dislates – extremo que la parroquia calla con fervor -, la idea ha calado más allá de los miembros del PNV y encontramos a catalanes, gallegos y a algunos otros irredentos antiespañoles en el sostenimiento de una idea meramente racial de nuestro ser y estar. Hasta la teóricamente culta – por cuna y por formación – Carolina Bescansa, incurre en el entendimiento de que de España y de los españoles nada bueno cabe esperar. Recientemente, al respecto de que España es el primer país del mundo en donaciones de órganos y trasplantes, se echó a la piscina y sostuvo que eso se debía exclusivamente a que en España hay más muertos en tráfico que en otros países del mundo. Es decir, que a los españoles, por nuestra mala administración, nos sobran muertos, y no hay en las donaciones ni un ápice de conciencia social, de generosidad, de solidaridad. Quienes donan órganos en España lo hacen poco menos, que por librarse en parte del muerto. La canallada es de marca mayor atendidas las cifras.
En la más reciente clasificación de países con menos muertos en tráfico, España ocupa un honrosísimo puesto 167 de 192, por la cola, figurando junto a nosotros los más civilizados países del mundo (Canadá, Australia, Noruega…) y otros que apenas tienen tráfico (Islas Solomon, Marshall, Malta, Maldivas…). Además, la contribución actual de las donaciones procedentes de fallecidos en tráfico al total de trasplantes es del 4.2%. De modo que la secretaria de análisis político y social de la horda podemita comete un fallo inhabilitante que en cualquier partido serio hubiera dado lugar a su destitución, y ahí sigue, convencida de la mala raza de los españoles a los que ningún mérito se le puede reconocer según nos enseñó el ofuscado Sabino. Aunque en Podemos, ya se sabe, puede un defraudador fiscal, un infractor de las condiciones de una beca o un infractor de la Seguridad Social prosperar y perpetuarse gracias a la complacencia de sus conmilitones. Con lo que debería haber menos manga ancha es con quien se encarga de analizar los parámetros sociales del país que aspiran a gobernar – no lo permitan los dioses -, de la que cabe preguntarse si lo de analista le viene de anal o de lista. Ustedes verán, porque da toda la impresión de que piensa con el culo. Y estudiar, lo que es estudiar, nada de nada.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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