Palpito Digital

José Muñoz Clares

Media revancha y una web de citas

Pedro Sánchez nos tiene literalmente hartos. Y no es de extrañar porque tiene hartos también a los mismos que lo entronizaron a la secretaría general de un partido que alguna vez fue serio o así nos lo parecía. Hartos de sus noes, de que ande con las manos en los bolsillos rascándose no se sabe qué y, a última hora, de que haya iniciado una ronda de conversaciones bajo coartada de que no se postula cuando todos sabemos que sí se postula porque no ha superado sus sueños monclovitas, cuando vio que tenía a mano el hacer presidenta a la doña y vino Pablo Iglesias, el malo malísimo, y le chafó la guitarra para ponerse él a tocar. A Sánchez este asunto le sentó mal, muy mal, y desde entonces no sabe a quién se la tiene más jurada, si a Rajoy por ser quien es – y algo de razón tiene porque el gallego parece incorregible: lo de Soria se comenta solo – o a Iglesias por aparentar lo que no es y por la que le tiene hecha con su no a la investidura, y todo por haberse hecho amigo de Rivera, una de las pocas voces sensatas que quedan en este país. Así que Iglesias le afea lo único sensato que ha hecho en toda su vida política y él le afea a Iglesias el no haberle dicho sí, sabiendo como debe saber que Iglesias sólo se dice sí a sí mismo cuando por las mañanas se ve en un espejo y se le viene a la mente la pregunta de la madrastra de Blancanieves: el espejo, que es bolivariano, siempre le dice que él es el más guapo y el único que debe legítimamente aspirar a ocupar la cama caliente que deje Rajoy cuando acabe este sainete, porque se lo debe a su abuelo, el que perdió la guerra civil, que por lo visto fue el que tuvo a tiro a Franco y falló el tiro a cinco metros.
Sánchez, que ya le tiene cobrada a Rajoy media revancha con el empate a dos en investiduras fallidas, quiere rematar la faena en la tanda de penaltis encajándole al PP el gol de la investidura, lo que le permitiría, por encima de todo, cambiar la decoración de la Moncloa y llenar las paredes de chulapos bailando el chotis a la vez que encesta de tres mirando al tendido, que son más metros que desde donde disparó, por lo visto, el abuelo del otro, y falló. Sueños vanos: las enemistades cruzadas que han dejado dos convocatorias electorales plagadas de improperios hacen inviable cualquier salida: Coleta Morada no puede ni ver a “chicle de McGyver” que, a su vez, no puede ni ver a los amigachos de Coleta Morada, esa morralla electoral que le daría miedo al más indeseable de los aspirantes a un gobierno en cualquier parte del mundo, incluidas las Filipinas, ese lugar en que matar drogadictos se ha convertido en deporte nacional por obra y gracia de un presidente que tiene pinta de A) haberse fugado de prisión recientemente o B) estar en libertad condicional por crímenes horribles.
Cobrada, como digo, media revancha, ha decidido Sánchez que lo mejor en montar una rueda en plan web de citas; es sólo por conocernos, le dice a todos – y todas -, tomar unas copas y ver si surge algo que nos permita conocernos más a fondo. Nada serio, jura por sus muertos, y ahí radica el problema: que de bromas estamos hartos quienes vemos el precio que vamos a pagar por las bromas dilatorias del club de mamarrachos en que se ha convertido una parte muy significativa de la política nacional. La ronda, por tanto, apenas supera el nivel de una web de citas golfas, con lo que aumenta la posibilidad de que Podemos, que ya le va a echar la pata por alto al PSOE en Galicia, se salte a los socialistas en las generales como banderillero acosado por un toro resquemoroso, a la vez que, pasándole por encima, interroga a Sánchez y dice: ¿Ves estos que penden? Pues por estos te digo que te he de enterrar, gañán, lo que explica la cachaza de Rajoy que, sin inmutarse, se va a ver vengado por haber sembrado la discorida entre sus enemigos más íntimos, y mientras los otros se acuchillan él anda leyendo el libro rojo de Mao, que es de donde saca sus estrategias. ¿Gato blanco, gato negro? Gato gallego y registrador de la propiedad.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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