Palpito Digital

José Muñoz Clares

Mariano el tontico

El emperador Claudio, a la muerte precipitada de su sobrino Calígula, fue el fantoche que eligieron los pretorianos para mantener viva su soldada y, ya de paso, el Imperio que la pagaba. Se salvó por el apellido y ser de la familia Julia lo elevó a la más alta magistratura, aunque nadie daba un duro por aquel cojitranco tartaja que se hizo pasar por tonto para sobrevivir a la muerte de Druso y Germánico, de Póstumo y Cástor, y de cuantos podían interferir en el acceso al trono del depravado Tiberio. Pero mientras su familia lo trataba como tontico él se dedicó a estudiar historia y alguna otra delicatessen cultural, como el idioma etrusco, del que fue el último hablante. Así que podía parecer tontico pero tonto, lo que se dice, tonto, no era. Y asumió pronto su papel ordenando la ejecución de los magnicidas de sus sobrino, al que despreciaba y temía por igual, aunque no dejaba de ser el emperador y Claudio ordenó cortar la cabeza a quienes habían puesto mano violenta sobre el sátrapa, mayormente porque esas no eran formas.

A Mariano Rajoy le han puesto fama de tontico aquellos a los que ha machacado en las urnas. Vale, que sigan ellos siendo tan listos pero que me dejen gobernar sobre mis votos y los de todos aquellos que tienen más que temer de una alianza de perdedores – Sánchez e Iglesias no dan ya ni para componer el tándem payaso listo-payaso tonto: son tontos por igual -, de modo que hay quien ha leído correctamente los acontecimientos – el primero, Rivera – y de la nada surgieron unos votos supernumerarios que nadie esperaba más que el tontico que los había urdido. ¡Ohhhhhh!, hermano con hermano se decían, ¿cómo se ha obrado el milagro? Y respondió un avisado lo mismo que en las bodas de Camacho: frente al ¡milagro, milagro! se impuso el ¡industria, industria! de quien conocía la martingala. He sido yo, se dijo Rajoy a sí mismo mientras le echaba la ceniza del puro a las manos del payaso tonto y su colega el payaso igualmente tonto.

Para tranquilidad de la población civil a Iglesias lo ha apartado de cualquier posibilidad de tocar pelo su propia inconsistencia política, sus modos de gañán y esa tendencia interior a una cursilería que se nos antoja de color sepia a quienes vemos imágenes donde otros sólo ven letras o golpes de voz. El chico es incorregible. Si no le bastaba con la mención a la cal viva que iritó a los socialistas, se precipitó a proponer a su colega de besuqueos, ese tal Domenech, ignorando que o pasaba por el aro «Pachi López» o profundizaba su irrelevancia; y optó por la irrelevancia, pese a lo cual los suyos siguen sin atreverse ni siquiera a pensar que lo que le sobra a Podemos es el peso muerto del ego de Iglesias, que no ha acabado de bajarse del sueño vicepresidencial en que ha vivido y vive. Y el tontico, ya ven, feliz de ver cómo sus enemigos se disipan en un mar de confusión incoherente.

Las urnas hablaron y poco a poco los hombres se van viniendo a carril: que lo que os hemos dicho es que pactéis, mendrugos, y os queremos ver pactando en un rigodón permanente con intercambio de parejas. Todos con todas, todas con todos. Los pactos nos libran de la intransigencia acreditada de Rajoy gobernando con mayoría absoluta, ayudan a corregir lo impuesto – esa ley mordaza… Fotografíar a un policía nunca debió ser penado en forma alguna -, y contribuyen a la concordia. Hasta puede que acaben dando frutos en el rediseño territorial que algunos reclaman.

Así que vengan tonticos como Mariano Rajoy y déjese a los soñadores el puesto que reivindican: venganzas frustradas para Sánchez, delirios líricos para el de la coleta.

 

 

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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