Palpito Digital

José Muñoz Clares

Total pa ná

Está la televisión que no hay quien vaya. En unas cadenas no dejan de detener gente y en otras no deja la gente de cocinar en plan compulsivo. No es la misma gente, de momento, y el único vínculo entre una cosa y otra sólo pueden ser los chorizos, que brotan en España como la amapola en los trigales. Y, si no, fíjense en la enjundiosa trayectoria de Mario Conde, el maestro gominas, que ha pegado el golpe en dos etapas con intermedio de cárcel y todo, con lo mucho que eso adorna una biografía. Empezó siendo inspector de Hacienda, que es cosa temerosa que infunde mucho respeto. Pasó luego por esquilmar un banco que a cada cual le quedaba en una esquina próxima a la casa sin ascensor que habitábamos en los 60, quién los pillara. Con lo que era Banesto, señoras y señores, que se esperaba uno que tuviera un sagrario en la oficina del director, siempre a punto de ser abierto con una llave dorada por el interventor de rodillas y con casulla. No había cosa más santa si descontamos al Banco Popular, que tenía en cada oficina un ascensor-capilla, invento valenciano, que al abrir la puerta salía un reclinatorio y allí se maceraban las carnes y el alma los empleados pillados en mirada reprobable al canalillo de la cajera, no fuera que perdiera el alma junto con los intereses que daban los ingresos piadosos – y con mordida para otros fines – de sus fieles devotos. Eran los tiempos de monseñor, en que no había lugar sagrado como el de las perras que uno tenía en el Banco, con maýúsculas, para que viniera al final el gominas a saquearlo en mala hora y llevarse los cuartos a viajar por el mundo, y no a cualquier sitio sino a las islas más remotas, arcanas, aquellas por las que el viento no pasa porque ha dado la vuelta antes de pura congoja que le entra de no ver a nadie cerca; esas islas que sólo hemos visto en las agencias de viajes. Y ya ven: después de dar unas cuantas vueltas por el mundo, de isla en isla y tiro porque me sale de mis mismísimos redaños, que los tengo cuadrados de tanto agachar la cabeza, acaban al final en una cuenta de España más blancos que la tiza, el papel, la leche y las nubes juntas, listos para pagarse el tío esa vida de santo que se le había quedado después de un divorcio y una viudedad más llorada que la que dejó a su muerte Felipe el Hermoso. 

¿Y el resto? Se comprueba finalmente que Sánchez se había montado un teatrillo para entretener a la tropa y transmitirse a sí mismo la sensación de que seguía vivo. El resultado es que ha aburrido al respetable y espantado a la crítica más acreditada, que la tiene en su propia casa, lo que va a llevar a los suyos a replantearse la decisión de aplazar la decapitación del guapito y sustituirlo por alguien – a estas alturas, qué más da – que esté en condiciones de perder menos que él. Aburrimiento general. Repetición de consideraciones que ya todos hicimos: que la indecencia que le soltó a Rajoy lo iba a perseguir de por vida, que lo de Podemos era un toreo de salón en que él ponía los cuernos, que C´s no sumaba, y así una letanía interminable de la que sólo sabemos que la paga el pueblo soberano con sus impuestos y que eso tiene un precio doble: por una parte volvemos a montar el chiringuito de las urnas y, por otra, hay un precio en sangre que va a empezar a correr por los corrillos socialistas hasta que por fin den muerte definitiva al cerdo al que, a deshoras, le ha llegado su San Martín. El esperpento no tiene más posibles continuaciones. El público se retira hastiado del sainete y promete no volver al corral de comedias ni siquiera para votar, y eso – lo sabemos todos – por un lado hunde a Podemos y por otro engorda a C´s, por lo que cabe concluir que no hay que por bien no venga porque lo de Podemos está ya más visto que lod e andar robando a todas horas, que es lo que de verdad se estila.

Lo dicho. Que no sabe uno si freír a Conde  o detener a Chicote, si llamar a la policía o a mercamadrid y encargar unos arreglos para la paella de golfos que están hundiendo el país tontamente y, al cabo, pa ná. Barraqueta y vuelta a empezar, otra vez a votar con el corazón encogío por si sale más de los mismo y ya sí que no nos queda más remedio que liarnos a tiros en plan Puerto Hurraco y limpiar las calles de gente, dado que de mierda no ha resultado posible ni ha de resultar en el corto plazo. Se llame Sánchez o Conde.

 

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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