Para saber que lo de Sánchez y Rivera no iba a ninguna parte bastaba con saber sumar y, a última hora, ni eso, porque hay calculadoras online que suman para los no ilustrados. Así que alguien nos está engañando – si no son todos – y el paripé se ha formado con vistas a nuevas elecciones o a que surjan desde la bruma, como las brujas de Macbeth, los treinta y pico votos que faltan para que el asunto tenga alguna base: yo te saludo, señor de Glamis y de Cawdor, le dirán a Sánchez, quien se extrañará sólo por lo de Cawdor (presidencia del Gobierno) porque no sabe que el aspirante – él – está políticamente muerto, aunque crea que los demás no hemos entendido nada. Así que estando vivo el señor de Cawdor no podía serlo Sánchez-Macbeth, por lo que habrá que enterrar a Rajoy para que el señor de Cawdor pase de una cabeza a otra. ¿Muerto Rajoy? No, sólo dormitando. ¿Quién está, entonces, detrás de esta farsa? Porque a Rajoy, si no estuviera preso de sus palabras, le encantaría decirle a Sánchez que no ha sobrevivido a aquello que dijo sobre ser o no ser decente – pero eso era de Hamlet, ¿o no? – y decirle a Pablo el breve que tampoco se ha sobrevivido a sí mismo a base de excesos verbales y alguno que otro gestual, por sí mismo y por concejales interpuestas.
Por otra parte tenemos la maniobra del amigo Pachi López para que el parlamento español sirva de escenario – que ya es un lujo caro- al monologuista Sánchez. Que lo hago pensando en junio, ha dicho, pero todos nos hemos quedado con la copla de que habrá sido por cualquier otra razón menos por esa, porque todos nos preguntamos por qué no hizo las cuentas primero – otro que no sabe lo de las calculadoras online – y así se evitaba la sopecha de que algo ha tenido que ver el que los dos sean del PSOE, el candidato fantasma y el presidente fantasmón, que ha optado por ser palanganero de otros y no artífice de su propio cargo, que es lo que se esperaba despué de su dilatada trayectoria.
Que Rajoy nos engañaba lo supimos desde el principio. Reconoció no haber hecho lo que prometió pero sí lo que debía, que ya es cosa rara lo de mentir por obligación para incumplir igualmente por obligación, que me pido yo lo mismo en mis asunto en general. Déjenme que mienta, señoras y señores, que ya me encargaré de hacer lo que debo, en el entendido que lo que prometo y lo que debo no son la misma cosa.
Y poco más cabe decir. Sólo resta esperar a que se consume el fracaso o aparezcan los votos fantasmas que nadie, de momento, identifica.
