Palpito Digital

José Muñoz Clares

¿500 días a prueba?

Fue en 2010, el 14 de junio, cuando Bélgica, harta de que no se pudiera formar gobierno dado el resultado de las elecciones, que habían señalado a Bart De Weve, un separatista taimado amante de la inmersión ligüística hasta el ahogamiento y, a la larga, partidario de la separación de los flamencos del resto del país, decidió nombrar como jefe del gobierno a un interino, Yves Leterme, para que actuara como Primer Ministro sin serlo, y ello hasta que alguien pudiera formar gobierno entre aquel galimatías. Lo que acabó ocurriendo fue que el interino superó los 500 días de gobierno, por muy interino que fuera, lo cual es más que lo que han durado muchos gobiernos de verdad, y si no que se lo digan a Mas y a Puigdemont, sobre todo al último, que ha empezado su gobierno de 18 meses votando con la oposición contra una propuesta que había hecho él mismo; lo hizo por no empezar de mala manera, perdiendo la primera iniciativa – que hubiera sido un éxito muy revelador de las verdaderas intenciones de la CUP – y ahora se encuentra con 480 millones de euros que no sabe de dónde va a sacar para tapar el desaguisado que él mismo votó en contra de lo que había propuesto. A lo que íbamos, aquel acuerdo belga de gobernabilidad lo firmaron seis partidos, seis, y no lo hicieron a las cinco en punto de la tarde mayormente por la inquina que se nos tiene a los españoles en Flandes. El Rey belga se tiraba de los pocos pelos que le quedaban y no sabía ya a quién acudir para evitar la paupérrima imagen que estaban dando al mundo cuando, ¡milagro, milagro!, sin gobierno que entorpeciera, repuntó la economía, bajó el paro y mejoró el déficit de las cuentas públicas sin que nadie se pudiera atribuir el mérito porque el interino no había hecho otra cosa que atender al gasto diario y poco más. Es de suponer que fue aquél un triunfo de la sensatez temerosa. Pero hubo más. Bastó que a los 500 días de interinidad se perfilara un principio de acuerdo que iba a permitir formar gobierno y las cosas empezaron a desbarajustarse otra vez, con lo que quedó comprobado que hay ocasiones en que es mejor no hacer nada y, menos, lo que siempre se ha solido hacer para gobernar, que es formar gobierno.

¿Por qué no nos estamos quietos dado que la alternativa se sitúa entre el plasta de PSánchez y el plasma de Rajoy, todo ello adobado, sobre todo en materia de izquierdas, por una morralla electoral que sigue a Pablemos como las rémoras siguen al tiburón, bien pegadas a la piel y chupando cuanta sangre pueden y les dejan? Quizás lo que necesitamos es que no se forme gobierno y dejar el asunto en manos del destino, que es como fiarlo todo a los dioses, tan dispersos y caprichosos como suelen, aunque a veces el asiunto funciona. Los holandeses, vecinos de los belgas, tenían un cruce de carreteras cuya densidad de tráfico lo hacía ingobernable. Probaron de todo: cambiar la frecuencia de los semáforos, poner semáforos y guardias, poner sólo guardias, prohibir ciertos vehículos… y así hasta que a alguien se le ocurrió la idea brillante: ¿Y si quitamos los semáforos y los guardias y que sean los propios conductores los que se autorregulen según esté de complicado el tráfico? Habrá quien piense que era una locura, pero no lo fue. Al contrario, la idea genial propició el invento de algo que ahora está por todas partes: la rotonda y sus sencillas normas. Así que… ¿y si no permitimos que se forme gobierno y probamos 500 días a ver qué pasa?

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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