Palpito Digital

José Muñoz Clares

Cajas de madera

El coronel Richard Geoffrey Pine-Coffin, de las tropas paracaidistas británicas, fue lanzado sobre Normandía junto con un montón de muchachos hartos de un tal Hitler, cuyas ocurrencias  habrían de dar  lugar a casi cincuenta millones de muertos entre soldados y civiles. Como los cuerpos de los soldados muertos eran repatriados en cajas de pino, lo de que el coronel se llamara «ataúd de pino» inquietaba a sus chicos, que acabaron por referirse a su jefe  como «caja de madera» para esquivar la mala suerte que pudiera traer el ataúd. Ahora Pablo, el nieto de Ceaucescu, ha venido a recordarnos que de la guerra se puede volver en una caja de madera, o sea, que a la guerra nos llevan en camión pero puede traernos de vuelta SEUR. Este muchacho, Pablito el podemita, es que tiene estudios, por eso sabe tantas cosas. Y lo que propone es música celestial para Rajoy: finjamos que no hay guerra en parte alguna y España no tendrá que ir a ningún sitio de donde nos puedan devolver soldados en cajas de madera. Así que la solución del pequeño Ceaucescu es clara: no a la guerra y, si hay que hacer alguna, que la hagan otros mientras nosotros preparamos las cajas. Pero hay un problema: ¿Y si no vamos sino que nos arrastran a la guerra? ¿Nos dejamos invadir sin más? Ya nos lo hicieron los romanos – con espléndidos resultados civilizadores -, los musulmanes – con resultados que suscitaron división de opiniones – y al cabo nos lo quiso hacer Francia y los corrimos a tiros con su emperadorcito al frente. ¿Hicimos mal, Pablito? ¿Debimos dejarnos invadir y gobernar por Napoleón? Y el problema no es teórico: si alguien vuelve a intentarlo, y el Estado Islámico ya ha dicho que quiere hacerlo, ¿nos oponemos o no? Si hubiera que oponerse puede que nos encontráramos con una generación incapaz de arriesgar su videoconsola si no es por un traspié con el monopatín. Bueno será recordarle que las sensibilidades tiernas, como la suya, son las que primero caen en una guerra, aunque no quieran hacerla. Incapaces de imaginar lo que es resolver un asunto a cañonazos descuidan su autodefensa, se exponen en la creencia en la buena fe de los demás y acaban dando las primeras víctimas embaladas en cajas de madera y no los primeros prisioneros, que es lo que ellos quisieran ser.

Cuenta Svetlana Alexievich (La guerra no tiene rostro de mujer) una sucesión de horrores frecuentes durante la II Guerra Mundial. Una soldado rusa destinada a tareas de intendencia preparó el desayuno para una unidad que se aprestaba esa mañana al combate. Se fueron, y ella y sus compañeras se quedaron a preparar sopa y gachas para los que habían ido a luchar. De aquel combate regresaron siete de los doscientos que habían salido. Sobró mucha sopa, muchas gachas. Siete muchachos quedaron. Mientras, por el sur, una coalición de muchachos de los cinco continentes – pilotos paraguayos, gurkas nepalíes, autralianos, neozelandeses, mexicanos, brasileños… ¿lo sabías, Pablito? -, dejaron de lado su miedo a las cajas de madera y se fueron a rematar a toda aquella canalla. Al final ganaron la guerra, aplastaron a los nazis y acabaron en Berlín casi a tiempo de escuchar el disparo con que Hitler puso fin a su aborrecible vida.  Ahora otra canalla nos está horrorizando con ejecuciones coreografiadas de infieles. Podemos esperar a que nos hagan la guerra en nuestro territorio o embarcarnos ya con los aliados. Franco no nos dejó estar en Normandía pero sí formó una horda de falangistas, a los que llamó División azul, para  ayudar a Hitler a mantener el cerco de Estalingrado. ¿De qué parte estás tú, Pablito? Puedes luchar o estarte tranquilo en tu casa. O te puedes ir con la División azul, pero hay que decidirse y hay que hacerlo ya.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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