Palpito Digital

José Muñoz Clares

Cataluña: el miembro fantasma

Lo fácil sería referir el término fantasma a Mas pero no está el patio para tomarse la cosa en serio, aparte de que, a estas alturas, lo saben aquí y en la Rusia de Putin dado que han querido  estos mamarrachos que su guirigay atraiga el interés de la prensa internacional. Nunca un chiquilicuatre como Baños soñó con tal share y, en cuanto a Mas, ese cuenta sus éxitos no por el descalabro que ocasiona a sus paisanos sino por la afrenta que, según él, está ocasionando a España con eso del «que se joda el capitán que los míos no cenan.»

Asistimos a los mezquinos devaneos de la CUP, esa mala mujer juguetona y perversa que presumiendo de virginidad anticapitalista se deja querer por los señoritos a cambio de pasta y ventajas. Y los malos hábitos le han terminado rindiendo el carácter, otrora hosco – que no y que no, repetía -, y sólo después de oír hablar del amago que ha hecho la pandilla juerguista, aficionados al sexo de pago, que dicen de irse con otra y dejarla compuesta y sin macho. El deslizarse desde la negativa radical hacia una posición intermedia consistente en permitir manoseos pero cerrarse provisionalmente de piernas está a falta de lo que manden los chulos que administran, cobran y reparten estopa en el garito – las llamadas bases -, respecto de echarse en la cama a calzón quitado y dejarse hacer, siempre que paguen antes. Y eso, mientras compartamos local, acaba arrastrando por los suelos a quienes vamos por la vida de mujeres pobres pero honradas.

Por obra y gracia de las obscenas necesidades de Mas el destino de España depende de diez impresentables anarcocomunistas que, si al cabo dicen sí y se consuma el himeneo, nos abocan a un escenario que nos pone al nivel de su insensatez y a España, concretamente, en el penoso papel de oficiar de la puta que no es y de poner la cama que sí es, es decir, financiar la operación para que la disfruten los del 3%. Resolver la deuda sanitaria, anticiparle fondos de un fondo creado para las autonomías – ellos aspiran a no serlo – y, en definitiva, andar fiándole pasta en un mundo donde si algo se sabe es que las putas y las drogas se pagan por adelantado y con perras propias. Y a pagar el gusto de otros no deberíamos dar lugar. Que fumen pero de lo suyo. Por dignidad, pero también por estética. Así que, colectiva e institucionalmente, deberíamos actuar como si Cataluña no formara parte de España. Conectando con el símil quirúrgico, Cataluña sería como el miembro – no me pidan más precisiones – que presenta gangrena gaseosa y amenaza con matar al cuerpo entero. Preparémonos para la post-amputación, vivamos el asunto como si el miembro estuviera ya cortado y en una bandeja pendiente de incineración, y que los dolores imaginarios que creemos sentir no fueran sino ese dolor fantasmagórico que sienten quienes, amputados de verdad, pretenden rascarse lo que ya no tienen porque les da comezón aunque no esté. Porque Cataluña, después de lo visto y vivido, empieza uno a pensar que sería mejor que no estuviera en nuestro futuro, porque a tiempo de que no nos quieran estamos siempre y para eso nos sobran candidatos.

 

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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