Palpito Digital

José Muñoz Clares

Estética de la sedición

Cuenta Thomas De Quincey un penoso episodio urbano: estando de tertulia ociosa con, entre otros, Samuel Coleridge, escucharon voces  dando cuenta de un incendio en una fábrica de pianos; se dirigieron al lugar por echar una mano y todo para descubrir que los pianos ardían maravillosamente y ya nada se podía hacer; superada la parte ética del asunto – extinguir el incendio – se adentraron venturosos en la dimensión estética del suceso y, a tal respecto, concluyeron que había cursado aquél como un incendio mediocre, sin verdadero interés para un aficionado a las catátrofes. Pues las catástrofes pueden, como los tumores, ser hermosas o no serlo, y dice mucho de quien va a una revolución – que suelen ser catastróficas a corto, medio y largo plazo – el cómo se viste y hasta el cómo se peina. La revolución catalana ilustra cuanto digo.
Romeva es la imagen viva de la revolución estilosa o de boutique, lo que para Grecia fue Varoufakis, su novia y su moto. Por lo que cabe concluir que una buena, lustrosa y radical calva es la imagen  trending topic en materia de revoluciones domésticas. Así que Mas lo tiene crudo, no porque un semicalvo como Rubio, el de la CUP, tenga decidido que no lo van a hacer capitán, sino porque mantiene una muy cuidada cabellera que, sin embargo, no lo aleja ni un palmo de la imagen que arrastra de jefe de planta del corte inglés, dicho sea con mis disculpas para los jefes de planta del corte inglés (que uno que viste como ellos venda humo no significa que ellos le den al estraperlo de la misma mercancía). Así que, zanjado el asunto, vamos a por Junqueras, del que cabe decir que es cualquier cosa menos guapo y estiloso. Su diseño genético estaba originalmente pensado para un personaje de la película Shreck, y vaya usted a saber cómo acabó en el ADN del lloriqueante y angustiado catalán horrorizado por su conexión española. Así que ni por guapo ni por pelambrera va a dejar huella este hombre en la imagen de la secesión, siquiera para una eternidad a escala provinciana. ¿Y las mujeres? Hay dos que merecen comentario. La Forcadell, Dª Carme (léase Carma), va siempre modestita y aseada, como para irse a misa de ocho o a recoger a los nietos de una extraescolar. Tiene la voz suave, aparenta no haber matado ni moscas y suelta el «visca la república catalana» con el mismo entusiasmo y gracia – ninguno/a – con que soltaba otra Carma, la Chacón, los vivas a España: en eso empatan España y Cataluña a cero. Y ha quedado para el final el verdadero hallazgo estético de este episodio nacional: Anna Gabriel, de la CUP, que recuerda vivamente lo que dijo Guerra de un ministro de la UCD: que parecía un brigada chusquero que se pela con el casco puesto. Esa sí que es una estética trabajada y con vocación de permanencia. Un amigo revoltoso, nada más verla exclamó «¿Es que ha ganado ETA?» y todos lo entendimos porque, en efecto, nos recordaba otros escenarios. Lleva la moza el pelo como si fuera la peluca de un clic caminero, oscurita y apelmazada, sin raya apreciable, y si no fuera por las tracas que le cuelgan por la nuca diríase que usa casco sacado del utillaje de Ben-Hur y sus carreras de cuadrigas. Si a eso se añade el mal gesto que se gasta, que sólo se le puede perdonar a gente de pasarela, va a dejar para la historia una imagen bufa de la revolución de opereta que se están montando. Y no es descuido; es una imagen muy trabajada, dolosa, ajustada a conciencia para no caer en lo monjil, que era el peligro más acechante. No ganará miss Cataluña, ni siquiera será reina de las fiestas de su barrio. Esa estética le brota del subconsciente por lo mucho que recuerda a la efigie de Isabel la Católica que llevaban los billetes de cinco pesetas y algunos sellos de correos.

 

 

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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