Ayer acabé de ver, por segunda vez, Ladrón de bicicletas, descubriendo que esa estupenda película de 1948 vale más que cualquier película de Hitchcock. Además, nos muestra una Roma de la que ya no queda absolutamente nada y que pervivió hasta esa fecha. Una Roma pobre, paupérrima, de barrios estéticamente fascinantes.
En las últimas semanas vi Sicario, me gustó moderadamente. También vi La noche más oscura, me gustó mucho más moderadamente. Y, por último, El vuelo, que me aburrió. Hoy, en la cena, comencé a ver Shangai, que creo que voy a interrumpir por paro cardíaco del guion.
También he visto un reportaje inglés sobre Calígula y otro sobre ISIS, ambos prescindibles. Esto de desayunar, almorzar y cenar solo en casa da mucho de sí para el mundo del cine. Tener familia es malísimo para un cinéfilo. Además, uno está obligado a ver películas para niños.
Jueves, 19 de abril