El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Magnífica autocrítica de Iglesias

MAGNÍFICA AUTOCRÍTICA DE IGLESIAS

Antes de que dieran las dos del mediodía, me he topado en la tudelana calle dedicada a la memoria de quien fundó el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, don Miguel Eza y de Veráiz, a la altura del cerrado y tapiado cine “Regio”, con un excompañero de la Facultad de Medicina de Zaragoza (él terminó la carrera y es un excelente galeno de atención primaria; servidor la abandonó por otra más afín y se dedica a juntar palabras; aunque ambos, de alguna manera, recetemos —él, sustancias para curar o aliviar enfermedades; este menda, argumentos o razones para que los políticos profesionales, sobre todo, mitiguen su habitual desfachatez, al intentar escurrir, por todos los medios a su alcance, el bulto, actividad en la que suelen ser unos expertos o hachas, y se enfrenten a la realidad, teniendo siempre presente esa coherente y congruente paremia española que dice “a lo hecho, pecho”—).

Le he preguntado a Pepe (evidentemente, no se llama así) si Pablo Iglesias debería pasar, a la mayor brevedad y sin falta, por su consulta. Me ha contestado que acaso le convendría más tomarse conmigo un café (él; yo, como soy hipertenso, me tomaría, en todo caso, un descafeinado), mientras le hacía ver lo que él había hecho, en mi modesta opinión, mal. Pepe no tiene constancia fehaciente de que haya en las farmacias pastillas que puedan corregir ni la megalomanía ni la soberbia de Iglesias. Yo, que puedo llegar a ser tan zumbón o incluso más que Pepe, le recomendaría a Pablo que charlara un rato con un contertulio asiduo al mentidero al que también suelo acudir a diario. Aprendería, escuchando a “Tiago”, que por tal hipocorístico se le conoce y responde el susodicho, que otrora siguió un curso acelerado de libertad de expresión por correspondencia, quien sostiene que, en su presencia, uno puede opinar lo que quiera, ahora bien, acostumbra a agregar a continuación que, si ese uno aduce un criterio o parecer que difiere o disiente del suyo, ese uno está equivocado, sin duda.

Un conmilitón y tocayo de Pablo, Echenique, acaba de comprobar con sus propios ojos (haya visto o no alguna vez representada la mejor obra de Bertolt Brecht, “La ópera de los tres centavos”, donde el famoso dramaturgo alemán dramatiza la pregunta: “¿Quién es un criminal mayor? ¿El que roba un banco o el que funda uno?”) y en sus propias carnes, cómo quien quiere aparentar, ante la opinión pública y la publicada, que es un líder de los buenos, con dos dedos de frente (“la mejor manera de hacer autocrítica no es comenzando por la propia o aneja, sino por la ajena, que es por la que no se atreven a empezar los otros”), hace ahora, en pleno siglo XXI, una magnífica autocrítica, al modo (me parto de la risa, por ser el sarcasmo hilarante) más ortodoxo: eliminar las impurezas para que en la foto solo salga el mandamás, aunque mande mal.

No sé si ha sido bueno o perjudicial para Pablo Iglesias que se hiciera adicto o aficionara a seguir la serie “Juego de Tronos”. Porque, al paso que vamos, se va a quedar solo, como Stalin. El diablillo que tengo ahora detrás de mi hombro izquierdo me sopla: “Ni así estaría encantando ‘Stalin Cantado’”.

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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