El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿Diré que es Pablo Iglesias trigo limpio?

¿DIRÉ QUE ES PABLO IGLESIAS TRIGO LIMPIO?

Vaya por delante esta advertencia previa: cada vez que discurro o diserto de un político distingo entre la persona y el cargo que ocupa dentro de su formación o partido. Como a la primera no la conozco, nada tengo que decir al respecto. Por lo que trasciende del segundo (dijo, por ejemplo, lo escuché y leí, que el cielo no se tomaba por consenso —para servidor esa expresión exudaba o rezumaba una clara plétora antidemocrática—, sino por asalto) opino.

Hace un siglo, durante el invierno revolucionario de 1919, quien es reputado padre de la sociología moderna, Max Weber, que había sido invitado por la Asociación Libre de Estudiantes de Múnich a dar una conferencia, como colofón de la misma, pronunció las siguientes palabras: “La política consiste en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura. Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez. Pero para ser capaz de hacer esto no solo hay que ser un caudillo, sino también un héroe en el sentido más sencillo de la palabra. Incluso aquellos que no son ni lo uno ni lo otro han de armarse desde ahora de esa fortaleza de ánimo que permite soportar la destrucción de todas las esperanzas, si no quieren resultar incapaces de realizar incluso lo que hoy es posible. Solo quien está seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él le ofrece; solo quien frente a todo esto es capaz de responder con un ‘sin embargo’; solo un hombre de esta forma construido tiene ‘vocación’ para la política”.

Pablo Iglesias, cuando por las mañanas se mira en el espejo, ¿se ve reflejado en o retratado por las palabras de Weber? ¿Se ve a sí mismo enfrente o ve a otra persona?

Para el abajo firmante la política es una vocación de servicio, el alto o paréntesis que hace una persona en su actividad profesional habitual o normal, en su carrera de la vida o cursus honorum, con la clara pretensión de contribuir al bien común o general, de servir a la comunidad (ergo, no lo opuesto, servirse de ella).

Estoy convencido de que una/o no es lo que piensa; tampoco es lo que dice que ha pensado o que tiene previsto hacer; una/o, sin hesitación, es lo que hace. Y por lo que los mass media dicen que hace, por sus frutos, voy a ver si el señor Pablo Iglesias, secretario general de Unidas Podemos, es trigo limpio. Por los años que lleva dentro de la política, a Pablo Iglesias muchos ciudadanos (ellas y ellos) lo identifican ya, claramente, como un político profesional (como otros muchos, que su caso no es el único, pues, actualmente, son legión). Hay quienes defienden o sostienen la tesis de que ha hecho de la política su profesión. Max Weber distinguía entre quien vivía para la política y quien vivía de ella. Lo dijo así: “Hay dos formas de hacer de la política una profesión. O se vive ‘para’ la política o se vive ‘de’ la política. La oposición no es en absoluto excluyente. Por el contrario, generalmente se hacen las dos cosas, al menos idealmente; y, en la mayoría de los casos, también materialmente. Quien vive para la política hace de ello su vida en un sentido íntimo; o goza simplemente con el ejercicio del poder que posee, o alimenta su equilibrio y su tranquilidad con la conciencia de haberle dado un sentido a su vida, poniéndola al servicio de algo. En este sentido profundo todo hombre serio que vive para algo vive también de ese algo. La diferencia entre el vivir para y el vivir de se sitúa entonces en un nivel mucho más grosero, en el nivel económico. Vive de la política como profesión quien trata de hacer de ella una fuente duradera de ingresos; vive para la política quien no se halla en este caso”.

¿Pablo Iglesias es coherente? Veamos. Él se declara de izquierdas y acaso lo fuera hace años, pero ahora, en la actualidad, el pueblo, incluida una buena parte de ‘su’ gente, que comprueba cómo vive, sentencia también esto: quien habita y reside en una casa suntuosa, si no lo es, parece rico, un millonario. Me consta que quienes lo critican lo hacen con conocimiento de causa, pues ven en él un político incongruente (verbigracia, ha pasado —y que conste que no me parece un yerro, sino un acierto— de echar pestes del régimen del 78, año de su nacimiento, por cierto, a defender las reglas de juego, varios artículos de la Constitución Española, en vigor desde dicho año —anteayer le oí decir, por ejemplo, mientras comía yo, no él, tras el Superdomingo electoral, que deben hacer autocrítica en su partido, lo que reputo otro acierto, pero, este menda, en su caso, hubiera hecho lo que tampoco decidió hacer su tocayo, Casado, presentar su dimisión, lo más honesto, confiando en que sus correligionarios no se la admitieran, claro—). Su afán por ostentar cuanto antes cuotas de poder (primero, dentro de su partido —de los miembros fundadores de Podemos solo queda él; dicen que aprendió la lección y la puso en práctica, siguiendo, al pie de la letra, el modelo o proceder de Stalin—, y luego entre los partidos de la izquierda) es un hecho innegable, indicio de que leyó “El príncipe”, de Nicolás Maquiavelo. El apoyo que tantas veces ha brindado al régimen de otro Nicolás, el dictadorzuelo (poco amigo de la democracia) venezolano Maduro, que no ha traído a su pueblo más que miseria, hambre y aislamiento internacional; la defensa que ha hecho de ese invento argentino, los escraches (“jarabe democrático” dio en llamar a los tales), mientras no se los hagan a él, claro (por eso tiene su casa vigilada por varios miembros o números de la Benemérita), clama al cielo; el uso de una demagogia insulsa, barata, pongamos como espejo, la usada recientemente con el mecenas Amancio Ortega; su ojeriza a la banca, la bicha, aunque haya acudido a una de esas entidades crediticias para solicitar una hipoteca tras la compra ventajosa de su mansión; todas esas prendas suman un conjunto que hacen de este político ¿alguien en quien se puede confiar? En España y en el resto del orbe hay muchas personas (hembras y varones) de izquierdas que sí se han hecho dignas de respeto por su coherencia ideológica y su honestidad actitudinal. ¿Es ese su caso? No lo parece. Ergo, ¿diré que es trigo limpio Pablo Iglesias? Acepto que otros discrepen de mi criterio o parecer, pero yo hoy, por todo lo aducido arriba, debo contestar, apesadumbrado, porque, como dejó escrito Publio Terencio Africano, en su comedia “Heautontimorumenos” (“El hombre que se castiga/ba a sí mismo”), “homo sum; humani nihil a me alienum puto, (“hombre soy; considero que nada de lo humano me es ajeno”), que no.

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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