DE HABER AMADO A UNA DIOSA
—Mi dilecto amigo, Andrés,
Si a las cuatro de la tarde
Vienes, déjame que farde,
Pues seré desde las tres
Dichosa; no tendré estrés.
—Si a tu casa acudo, Rosa,
Y te muestras cariñosa,
No habrá en todo el mundo un hombre
Que más gracias dé y se asombre
De haber amado a una diosa.
Ángel Sáez García
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