El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Tres cuartos de lo mismo me acaece

TRES CUARTOS DE LO MISMO ME ACAECE

Dilecta Pilar:

Tres cuartos de lo mismo me acaece con mi difunto hermano. Como sabes, hace cuarenta años que murió José Javier; bueno, pues han sido pocos los días que han transcurrido, desde aquel día de Navidad, fecha fatídica, que, por una razón o por otra, no lo he recordado. Cuando me hablaste (en realidad, me escribiste) de los ángeles de la guarda (en cuya existencia creías), yo pensé, pero no dije ni urdí, que acaso Javi (como hipocorísticamente le llamábamos en casa) fuera o pudiera pasar por uno de ellos.

La familia es un bien que hay que promover y proteger a todo trance. La compañía de la familia es crucial cuando la salud falla.

La salud es el ingrediente fundamental para poder seguir peregrinando con ilusiones y pasión por este valle de lágrimas. Quien no haya aprendido aún esta verdad, la vida se encargará de que, velis nolis, más pronto que tarde, la aprenda.

Bienvenida, bien hallada y bienhadada la empatía, tu empatía.

Esa es una de las muchas contradicciones que uno viene identificando y que, por una extraña razón, suele ir erogando por doquier la vida. Solía decir Iluminada, mi progenitora o madre amantísima (hablaba poco, pero qué poco marraba en cuanto profería) que por donde está más oscuro amanece. Y hay una paremia española que sostiene que no hay mal que por bien no venga. Acaso ese sea el caso de la finada madre de Jesús, cuyo óbito, en lugar de ser causa de la desunión, significó lo opuesto, la argamasa o el pegamento que unió aún más a la familia.

Cierto, certísimo. Cada persona somos un abanico. Dependiendo de las circunstancias o de las varillas que juntemos o por las que optemos del susodicho, podemos ser vistos por los demás como un ángel o como un demonio.

Lo que sí sé, y me consta, es que mi hermano José Javier me ayuda, aunque ignore cómo, cuándo y desde dónde lo hace. Acepto que para ti sea un ángel, mi ángel de la guarda. Sé que tengo una musa o muso (acaso lo siga siendo quien lo fue, mi hermano). Por ejemplo (te cuento algo que me ha ocurrido muchas veces), me despierto a las tres, a las cuatro, a las cinco o a las seis de la madrugada y, tumbado en la cama, me salen los versos de las décimas o de los sonetos a pedir de boca, casi perfectos (debo corregirlos muy poco —suelo pensar que tal vez no falte quien piense que acaso los estropeé, si llega a acceder a la primigenia versión de los mismos—), a la primera. Los voy recordando mentalmente hasta que termino de componer el poema. Culminado, hecho, debo levantarme para escribirlo, porque, si confío en mi memoria, como me ha ocurrido varias veces, por la mañana no siempre los recuerdo.

Déjame decirte que es meramente imposible acercarse a José Carlos Bermejo, escucharlo o leerlo, y no sacar algo bueno, una lección vital, en claro. Acabo de escucharle un rato en el enlace del “hilo que Ariadna” que me has enviado, y que me propongo escuchar completo en Tenerife, a donde la próxima semana, Deo volente, viajaré de vacaciones, del 10 al 21 (nunca lo he hecho en invierno) de los corrientes. He leído el texto sobre la entrevista que le hicieron en Cope y vuelvo a comprobar lo que ya sabía y he expresado al comienzo de este párrafo.

Otro (de tu amigo Otramotro).

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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