El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Como ya es habitual en mí y te consta

COMO YA ES HABITUAL EN MÍ Y TE CONSTA

Dilecta Pilar:

¡Muchas gracias! Y ¡enhorabuena!, asimismo, por la parte que te toca.

A mí, últimamente, me cuesta aclimatarme a la hora de menos. Y este año no ha sido una excepción.

Luego te enviaré el texto definitivo de la epístola del próximo viernes (la que te remití ayer), porque, en casa, hice algunas enmiendas (como ya es habitual en mí y te consta).

Ignoro si los beneficios económicos (se habla de unos 300 millones de euros) que lleva aparejado el cambio de hora son fetenes, pero a mí y a mis ritmos circadianos nos vienen mal o peor. Aún ando desorientado y sin descansar lo apetecido (acaso todo sea mental, psicológico, pero ahí está el otro robo de Europa, o de la europea hora, fastidiando).

Te comprendo perfectamente. Y entiendo que hayas decidido tomarte unas jornadas de holganza o laxitud en el cumplimiento de tus horarios autoimpuestos. Además del “finde”, un par de días de relajo, de cuando en vez, o de vez en cuando, no le sientan mal al cuerpo (ni a la mente) si son extraordinarios, no asiduos. Pues, ya intuyes cuál es mi anhelo, que le saques el máximo partido o todo el jugo beneficioso a esos días de desconexión.

Ojalá que te dé tiempo a trenzar la columna y te salga a pedir de boca y de un tirón.

Debemos estar haciéndonos mayores, porque ambos sufrimos sus rigores (los del cambio de la hora) más que otras/os.

Así es; esta mañana he gozado un montón leyendo tu columna hodierna en el Heraldo, “Un pueblo es…”.

Conforme leía sus líneas, iba recordando retazos de mi niñez libertaria o paraíso terrenal en dos, Cabretón (el pueblo de mi madre) y Cornago (el de mi padre), con sus paisajes y paisanajes respectivos. Me consta que en ninguno de los dos las calles estaban asfaltadas en los años de mi infancia, pero sí había agua corriente en las casas de mis abuelos maternos, Leocadio y Cruz, y paternos, José y Gregoria. De si había teléfono o no, servidor no andaba ocupado ni preocupado. Lo prioritario entonces para mí era juntarme con la turba habitual de pilluelos y llenar de juegos imaginativos o “chandríos” las muchas horas de los días interminables de aquellos remotos estíos que, con el lento e implacable paso del tiempo, van quedando desdibujados.

Como este menda era a la sazón un mocete asilvestrado, disfrutaba de lo lindo levantándome nada más rayar el día para acompañar y ayudar a varios de mis primos varones, mayores que yo, a parar costillas (así llamaba todo quisque a los cepos) y coger pajarillos. Fritos estos con pimientos y un huevo eran otrora el mejor manjar del orbe para mi paladar rebelde.

Recuerdo el día en que me caí tres veces, tres, al pilón de Cornago (debía ser un crío torpe, pero, asimismo, cabezón, perseverante, pues aprendí cómo coronar o culminar el desplazamiento por la barra diabólica de aquella barandilla para no caerme y, si lo hacía (en la tercera, por ejemplo, apenas me mojé la ropa, pues caí de pie), salir airoso del brete, sin percance. Aún resuenan en mis oídos los gritos de aquel infausto día de mi abuela paterna, “Goya”, quejándose, a voz en cuello, de que le iba a matar a disgustos, por mis constantes travesuras.

Este angelito (aún hoy hay gente en ambos pueblos que me llaman directamente o se refieren a mí así, Angelito, con el hipocorístico) era un diablillo. Mi tía Felicitas siempre me defendía. Y con cada nuevo estropicio mío solía comentar lo mismo: de un niño inquieto y revoltoso sale un adulto hecho y derecho. Confío, deseo y espero serlo, más que nada por no dejar en feo a mi mejor abogada defensora, la mayor de mis tías maternas, arriba mentada.

La memoria, dilecta amiga, es una magnífica herramienta para rememorar y volver a vivir nuestro breve paso por el cielo o el edén terrenal, aunque algunas veces nos mienta, al juntar, por su cuenta y riesgo, hechos que ocurrieron por aquellas mismas fechas, sí, pero en lugares distintos y distantes, Cabretón y Cornago, verbigracia, cuando yo no era más que un rapaz.

Pues ya sabes. Si quieres que salga la presentación redonda, tendrás que invertir tiempo en dicho menester.

Otro (de tu amigo Otramotro).

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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