El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Cruz (o Gurutze, o Cuqui), qué pardilla

CRUZ (O GURUTZE, O CUQUI), QUÉ PARDILLA

(ESOS CUATRO VOCABLOS AFRENTOSOS)

A quien llamaste un día fantoche, otro guiñapo, otro pelele y otro títere (ahora bien, puede que servidor ande hoy desmemoriado y no deba —ni al tal le convenga— echar en saco roto o descartar la posibilidad de que le espetaras esos cuatro vocablos afrentosos durante una misma noche) te la ha dado a ti esta vez con queso; te ha tomado impunemente el pelo, lista, que te crees muy inteligente, el summum, pero, velis nolis, en esta vida nadie está exento de toparse, topetarse, tropezarse y/o darse de bruces con la horma de su zapato, con quien acaso sea más dicaz y más perspicaz que ella o él, Cruz, con quien le dé sopas con honda.

Aunque, por el cúmulo de circunstancias que consideraste y valoraste con justeza, llegaste a la conclusión de que la otra noche era tu noche, porque tú habías elegido el sitio y la hora, el “cronotopo” pintiparado, para que un licenciado miope y barbado procediera a quitarte, después de una cena romántica, romantiquísima, las muchas telarañas que habías dejado (qué dejada) que se te acumularan ahí abajo (querías olvidarte del casco de vikingo que un día, horrorizada, descubriste que llevabas encasquetado en la cabeza, y que te empujó a promover el divorcio), me veo obligado y me siento impelido a hacerte partícipe de la verdad pura y dura, que yo fui el único muñidor (aunque esto sea inesperado para ti) del caso, del fracaso que ocasioné, de tu naufragada cita.

Sé que a ti, mutatis mutandis, te ha ocurrido tres cuartos de lo mismo que, desde ni se sabe, me viene acaeciendo a mí, que quienes te proponían un revolcón, sin más pretensiones, te daban grima, y a cuantos poliedros les hacías la propuesta de un “eroskiki” célere, de una rauda faena de aseo y aliño, decidían mostrarte su faceta más asquerosa, la del alipori.

Un día hablé con mi amigo Eladio Golosinas, “Metaplasmo”, de la jugarreta que había pergeñado mi pesquis. Aunque, a grandes rasgos, le pareció de perlas, empezó a ponerle pegas cuando se olió mi intención, el percal, la tostada, que había pensado en él como el actor necesario que había previsto contratar de palabra y pagar a tocateja (pues yo sería testigo directo del hecho a una prudente distancia) la no despreciable cantidad dineraria de mil euros, tras cumplir a rajatabla con su papel y parte en mi aleccionadora y vengativa mala pasada.

Yo me encargué de camuflar las lombrices en el anzuelo de mi caña de pescar; esto es, de abrir la cuenta falsa en Twitter, de mandarte los privados, de comprar el móvil de tarjeta, de llamarte con él a tiempo y a deshora, de caldear tu cuerpo mientras contribuía a subir la temperatura de tu mente, de…

Sabía que Eladio, con pelo suyo en el cuero cabelludo, con gafas de pasta, con su cuidada y recién recortada barba entrecana, aunque no era tu tipo, te caería bien. Había anticipado que irías al baño y que, mientras evacuabas tu vejiga, aprovecharías para llamar por teléfono a tu amiga del alma, Pilar, para contarle la buena (que devendría en un pispás en mala) suerte que habías tenido, pues a quien había pasado todos los controles de calidad (hasta tu difícil prueba del algodón) siendo Ángel, un ángel de verdad, filólogo, experto en Cervantes y en Cernuda, acabarías llamándole un acrónimo de tu propia creación o cosecha, “cedeé”, cabrón, demonio y endriago, tras darte cuenta, cuando regresaste del baño, de que el susodicho se había evaporado, y tú tuviste que apoquinar los ciento doce euros que, según el tique, era el monto de la amarga (por la ausencia del previsto postre melifluo) cena.

Nota bene

Ayer leí en las páginas 80 y 81 del número 2.187 de EL PAÍS SEMANAL la “autoficción” que tituló “Mi gran noche” su autora, Luz Sánchez-Mellado. Disfruté tanto de su lectura, de la finura de sus ironías, que inopinadamente brotó en mí el propósito perentorio de escribir, siguiendo su estela, o sea, echando mano del mismo sentido del humor, rayano con el sarcasmo, que había usado su hacedora, por qué había actuado así Eladio/Ángel, por qué había decidido sublimarse el tipo que había acudido a la cita pactada con la protagonista del relato de Luz.

La ficción que acaba de leer el atento y desocupado lector, ella o él, es la propuesta zumbona que servidor ha coronado, dada su pretensión ineludible de hallarle una respuesta lógica a dicho proceder.

Ángel Sáez García
[email protected]

SUPERCHOLLOS

DESCUENTOS SUPERIORES AL 60%

Una agrupación de miles de ofertas increibles. Nuestro catalogador automático
te facilita el encontrar las mejores oportunidades de una amplia selección de tiendas online

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

Lo más leído