El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Breve etopeya de un tonto

BREVE ETOPEYA DE UN TONTO

Hace dos meses largos, yendo de copiloto en un coche (como soy un lego en dicha materia —ni siquiera tengo carné de conducir—, siento no poder ofrecerle a usted, atento y desocupado lector —sea ella o él—, información más exacta y exhaustiva sobre la marca y el modelo del turismo), que conducía uno de mis hermanos, una ocupante del asiento de atrás comentó que cierta persona (que, por la razón que fuera —si no la indico o señalo es por la sencilla obviedad de que la he olvidado—, había salido a relucir en la conversación) era un ignorante, un inculto, un tonto (ahora no rememoro con fidelidad si, como acabo de hacer yo aquí, ella respetó también el mismo orden con el que las tres voces, los tres adjetivos, aparecen en el DRAE) de remate. Recuerdo que, tras evocar lo que dicen que dijo un genio, Albert Einstein (“Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”), apostillé que el tiempo, ese juez imparcial y supremo que da y quita razones, y los hechos, que bien vienen a ratificar, bien vienen a rectificar, los pareceres dados a propósito de lo que fuera, abundarán y apoyarán nuestro criterio o discreparán de él e intentarán refutarlo y abatirlo.

Bueno, pues varios actos (unos tienen que ver con acciones y otros con inacciones del sujeto en cuestión), mancomunadamente, se han puesto de acuerdo para darle la razón a quien vertió su opinión negativa sobre el interfecto.

Remedaré una añagaza de Cervantes en “El Quijote” y no expresaré el nombre ni los apellidos del zo(que)te. Ahora bien, me apuesto doble contra sencillo con usted, lector/a, a que, con toda seguridad, en el supuesto de que el zopenco (por neto milagro o pura serendipia) lea esta breve etopeya sobre su persona (suceso harto improbable, porque me consta que el botarate lee poco y lo poco que lee no suele interpretarlo en su recto sentido), no se dará por aludido.

Si (por una mera cuestión de casualidad o chiripa, logra inteligir de manera correcta algo, una parte pequeña —no nos hagamos vanas ilusiones—, hará tres cuartos de lo mismo que suelen llevar a cabo o coronan los bodoques, que, desde que el mundo es (in)mundo, o sea, desde la noche de los tiempos, las/os más sabias/os y/o avisadas/os dividen en dos grandes grupos: las/os hunas/os y las/os hotras/os (así, sí con hache inicial, como las/os escribía don Miguel de Unamuno y Jugo); y explican su equivocado o marrado proceder de este modo: las censuras lacerantes que les hacen las/os críticas/os más cítricas/os las leen las/os hunas/os referidas a las/os hotras/os y viceversa, las/os hotras/os referidas a las/os hunas/os, o sea, lo de siempre, ninguna/o para sí.

Nota bene

En el (presunto) caso de que el tonto de remate se dé por aludido, le recomiendo encarecidamente que, por favor, les saque el máximo rendimiento a sus escasas neuronas, se tenga un poco (el mínimo) de respeto y no haga aún más el tonto (a una legión de congéneres o semejantes suyos ya nos consta, de manera fehaciente, que lo es, sin ninguna hesitación) y, como corolario, se abstenga de acudir al despacho de su abogado habitual, el que está acostumbrado a (soportarle y) llevarle los asuntos legales, y a seguir haciendo allí el ridículo más espantoso al ponerle en antecedentes de su paranoia y apremiarle a que redacte cuanto antes e interponga sin más dilación una querella criminal contra mí por haberle calumniado o injuriado al llamarle lo que sin duda alguna es, tonto, porque, seguramente, el picapleitos le preguntará, a renglón seguido, lo precipuo, dónde ve él que aparecen expresados en mi escrito su nombre y sus apellidos. Ante el mutismo de su estulto cliente, el letrado le aducirá, poco más o menos, esto: “Anda, majo, vete a casa y no me hagas perder un segundo más con semejante memez”.

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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