PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO CUESTA
Dilecta Pilar:
Entiendo tu objeción. Tienes razón al hacerla, porque cada quien opina desde sus circunstancias (qué difícil es ponerse en el lugar del otro, ella o él; cuánto cuesta).
Haz lo de debas hacer. Eres tú quien decide. Es tu vida. Te comprendo, porque yo no dejo que nadie me mangonee (pero asumo lo obvio, que las circunstancias nos influyen tanto que casi casi determinan nuestras acciones y decisiones o, si lo prefieres, que no somos tan libres como nos creemos).
Tienes cierta experiencia conmigo y mis epístolas. No acostumbro a poner en ellas más que lo que urdo (a veces, depende de lo previo, tu referencia o comentario, claro).
Celebro que te haya gustado.
Aprovecha la festividad de San Jorge para hacer lo que más te plazca (mejor, si lo decides de consuno con quien sabes).
Vamos acelerados, sí. Acaso nos convenga reflexionar unos segundos sobre ese dicho que airea “vísteme despacio, que llevo (o tengo) prisa” y actuar en consecuencia.
Se nota que el Ebro también pasa por Zaragoza (ya sabes que yo achaco a su agua el ser exagerado, hiperbólico). Puedes estar segura de que todos los hijos (ellas y ellos) del Ebro, todos, sin excepción, somos ambas cosas, cabezones (cabezudos) y exagerados (gigantes). ¿De dónde piensas que proceden o vienen esas imágenes hiperbólicas, los gigantes y cabezudos que alegran nuestras festivas plazas y calles? De aceptar la poliédrica realidad que nos rodea, o sea, de asumir la parte alícuota que nos corresponde, tras haber conseguido combinar, trenzar y fundir esas dos naturalezas de nuestro destino o sino, que nos identifica, que tan cabalmente nos retrata.
No reviso ni corrijo una y mil veces (ni mil y una veces) mis textos, pero me gusta tener como norte o reto la perfección (porque, como me consta, siempre me suelo quedar sin hollar la cumbre).
Hace bien José Carlos al hablar mucho de empatía. Y haces bien tú en destacar su importancia y necesidad, cruciales en nuestra sociedad, pero lo que de verdad cuenta y cuesta es llevarla a la práctica.
Te digo lo que te dije a propósito de quien sabes. Haces mal en enfadarte con ella, porque luego deberás desenfadarte (lo hagas con mucho o poco arte —entiende arte por la empatía, o sea, la tía, que rebosa simpatía, mencionada arriba—). Por lo que colijo de tu “nos vamos entendiendo”, te has comportado como debías al hacerle ver que has invertido mucho tiempo en ello, que lo lógico es subir las fotos cuando esté el álbum acabado y no sin criterio, al buen tuntún. Se pueden decir las cosas con una sonrisa, con un rayo de luz en el rostro, que es lo que deja un inmejorable, por estupendo, rastro. Cierto; cuando uno pone buena voluntad en lo que hace, parece lo que es, que las dificultades u obstáculos han encogido o menguado o son menos.
Por cierto, no eches en saco roto lo que te trenzo en el otro. Podemos quedarnos con un solo hilo (ya sé que tengo yo la culpa de ello; la asumo), el que quieras (lo dejo a tu voluntad, elige).
Otro (de tu amigo Otramotro).
Ángel Sáez García
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