El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¡Cuánto ayuda aprender de los mejores!

¡CUÁNTO AYUDA APRENDER DE LOS MEJORES!

“Yo creo bastante en la suerte. Y he constatado que, cuanto más duro trabajo, más suerte tengo”.

Thomas Jefferson

Hoy, viernes, 25 de mayo, día en el que se conmemora el nacimiento de San Camilo de Lelis (fundador de la Orden de los Camilianos) en la pequeña localidad italiana de Bucchianico di Chieti en 1550, donde estuve, hace casi cuatro décadas, con el difunto José Luis Álvarez Santaolalla y el ingenioso y sutil José Carlos Bermejo Higuera (en el viaje que hicimos tras acabar COU a Italia), quiero tener un recuerdo especial para quienes fueron profesores míos, durante los tres últimos años de la EGB, que cursé en el seminario menor de Navarrete (La Rioja), los religiosos Camilos Pedro María Piérola García, Daniel Puerto y Salvador Pellicer, tristemente finados, y los vivos (si no marro) Ezequiel Julio Sánchez, “Txema” López y Jesús Arteaga Romero.

Recientemente, el mencionado en último lugar en el párrafo precedente (los últimos serán los primeros), Arteaga, con el que más relación tengo (le remito cuanto trenzo), me envió un pequeño escrito en el que me recordaba que, en el día de la fecha, los religiosos Camilos (que prometen en voto solemne, según la fórmula de su profesión, servir a los enfermos aun con peligro de su propia vida, con el mismo amor que siente una madre por su único hijo enfermo) pretenden hacer un merecido homenaje y rememorar a los más de trescientos miembros de la Orden, que murieron mártires de la caridad, al dar sus respectivas vidas, víctimas de contagio, cuando asistían y cuidaban a personas enfermas en tiempos de epidemia.

Recogía don Jesús, en el mencionado texto, una frase del Evangelio de San Juan 15, 13: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Como él fue uno de los mejores profesores que tuve, a lo largo de mi adolescencia y juventud, pues me enseñó a pensar por mi cuenta, a tener criterio propio, a discrepar o disentir, si lo consideraba oportuno (aunque luego debiera disculparme, al comprobar, de manera fehaciente, que me había equivocado), sin ánimo de polemizar con él, ni con el epígrafe o versículo que escogió de San Juan, me permito apuntar que acaso sí haya un amor aún mayor, “el que da su vida por desconocidos que eran, además (lo supiera o ignorara), sus enemigos”.

Hoy, verbigracia, me han venido a la mente varias de las imágenes que aún guardo en la memoria de la quincena que pasé en Navarrete, durante el “cursillo” (dos semanas de estancia allí, durante el verano, para ver —unos y otros— si encajábamos o no en aquel entorno religioso). Y he escrito esta décima dialogada:

QUÉ BIEN EL GUÍA REGÍA

QUE ARTEAGA APELLIDABA

—Arteaga se fumaba
Tres celtas sin filtro en clase.
—Lo hacía con suma clase.
Ver un montón me molaba
Cómo el humo se tragaba.
—Recuerdo que corregía,
Aunque nadie se lo urgía,
Las pruebas en el recreo.
—Como asistí a ello, te creo.
Qué bien el guía regía.

Ángel Sáez García
[email protected]

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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