El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿Por boca de don Quim habló don Carles?

¿POR BOCA DE DON QUIM HABLÓ DON CARLES?

Seguramente, para usted, atento, avezado y desocupado lector (sea hembra o varón), lo que me dispongo a urdir a continuación es algo conocido y sabido, o sea, lo que, aunque no lo es, stricto sensu, puede pasar por una mera fusión de ambos vocablos, consabido. Sin embargo, como usted estará de acuerdo conmigo en que es bueno que el lector no iniciado empiece a serlo, poco a poco, y el esporádico se aficione cada día un poco más, si cabe, que sí, que cabe, a la lectura, no formulará queja ni tendrá inconveniente alguno ni se molestará por esto, por que servidor recomiende encarecidamente al que aún no es ducho o experimentado, como usted, en dicha costumbre o hábito, que, cuando pueda —apunte y guarde este consejo, para que no lo olvide y, si lo olvida, que quede constancia, para que no caiga en saco rato—, pase su vista por un poema poco conocido de don Miguel de Unamuno y Jugo, perteneciente a su obra póstuma “Cancionero. Diario poético” (1953), que porta, como título, el triple verbo en infinitivo (que conviene conjugar en la primera persona del singular del presente de indicativo y, además, en el resto de las demás personas y de las formas y modos verbales del pretérito, presente y futuro) “Leer, leer, leer”. Lo que acabo de hacer está íntimamente relacionado con la locución verbal coloquial “hablar alguien por boca de ganso”, o sea, decir lo que otro le ha sugerido que diga, esencia, fundamento y porqué de la pregunta que obra en el rótulo de la presente urdidura (o “urdiblanda”).

El sábado pasado, tras escuchar el discurso de investidura del candidato a president de la Generalitat, Joaquim Torra i Pla, en el Parlament, me quedó la impresión o sensación refractaria de, mutatis mutandis, haber asistido a un nuevo e inopinado número de ventriloquía del ausente Carles Puigdemont, disfrazado para la ocasión de un invisible José Luis Moreno, con su muñeco más leal, álter ego del citado expresident y conocido por su hipocorístico, Quim (como solía hacer antaño Moreno con sus tres muñecos habituales, Monchito, Macario o el cuervo Rockefeller), pero, a diferencia de lo que procuraba y solía lograr el humorista en mí, sin hacerme el fugado y ausente KRLS, actualmente en Berlín, por boca de su ganso Quim, ninguna gracia.

Quien haya leído alguna vez la famosa y en la fecha presente en boca de muchas/os (por ajustada a la realidad catalana actual y por original en su expresión) definición de Julius, “Groucho”, Marx, de que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”, habrá pensado en más de un politicastro, en más de dos, y hasta en no menos de diez diputados (hembras y varones) de tres al cuarto, con escaño en el Parlament, a los que les cuadra o encaja perfectamente la misma; o sea, que les viene la susodicha acepción del cargo de diputado que desempeñan a día de hoy como anillo al dedo anular.

Como tiendo a considerar que quien me suele leer (ella o él), por la razón que sea, aquella jornada en la que servidor hablaba en uno de sus escritos de esto, eso o aquello, no me leyó, pudo no haberme leído, le acostumbro a pedir disculpas de antemano, por iterarme y volver a rememorar lo consabido por él. Sé, verbigracia, que más de una vez he urdido sobre lo que sigue, que, para arrancar la que acaso sea su mejor obra, “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” (1852), Karl Marx escribió: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”.

No repetiré aquí lo que usted, atento, avezado y desocupado lector, ya ha escuchado o leído en varios mass media. Ahora bien, como siga pensando el señor Torra lo que pensaba y escribía otrora (en sus artículos de opinión y en los tuits que borró), don Quim tiene un problema morrocotudo, de difícil solución. Porque, ¿de qué sirve que diga que va a dialogar hoy, si sigue pensando lo mismo (palabra por palabra) que dejó escrito, negro sobre blanco, ayer, anteayer, antaño? ¿Esto no puede crear tanta inquietud y prevenciones en sus posibles interlocutores que, si alguna vez deciden avenirse a departir con él, hallen a las primeras de cambio el perjuicio del prejuicio que querían deshacer, evitar o no caer en él, puesto que el ideario etnicista y el perfil xenófobo del señor Torra lo incapacitan para conversar, cruzar pensamientos y sacar algo en claro con quien no piensa como él?

Como colofón a esta urdidura (o “urdiblanda”), atento y desocupado lector, confieso y/o reconozco que he llegado a identificar a Quim Torra (aunque puede que este menda ande o esté errado) en buena parte con el Bonaparte que aparece en medio de las palabras que cabe leer en el último de los párrafos de la citada obra de Karl Marx, “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”: “Acosado por las exigencias contradictorias de su situación y al mismo tiempo obligado como un prestidigitador a atraer hacia sí, mediante sorpresas constantes, las miradas del público, como hacía el sustituto de Napoleón, y por tanto a ejecutar todos los días un golpe de Estado en miniatura, Bonaparte lleva el caos a toda la economía burguesa, atenta contra todo lo que a la revolución de 1848 había parecido intangible, hace a unos pacientes para la revolución y a otros ansiosos de ella, y engendra una verdadera anarquía en nombre del orden, despojando al mismo tiempo a toda la máquina del Estado del halo de santidad, profanándola, haciéndola a la par asquerosa y ridícula”.

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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