El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Por si no me he explicado bien arriba

POR SI NO ME HE EXPLICADO BIEN ARRIBA

Dilecta Pilar:

El sábado, como ya conoces prácticamente mis costumbres, no te extrañará leer lo que sigue: hice lo de siempre. Para darme un capricho o rematar bien el día, volví a quedar con mi amigo Pío Fraguas en la Plaza de los Fueros (o Nueva —nombre que se le otorgó para distinguirla de la Vieja hace muchos años, ergo, ya no tan nueva—) con la intención de “zuritear” con moderación (cuatro o, como mucho, cinco cortos de cerveza). En la plaza de San Jaime nos topamos con Lourdes y Jesús, amigos íntimos de mi hermano “el Chato” y mi cuñada Alicia, y les pregunté por ellos, pues brillaban por su ausencia. Me dijeron que “el Chato” había subido al Hospital “Reina Sofía” (HRS), donde había acudido a Urgencias otro de mis hermanos, “el Chichas”. Así que, sin demora, llamé por teléfono al sano. En esos momentos estaban en presencia del médico. Y “el Chato” no me pudo atender. Llamé, al momento, a mi cuñada Alicia y me dio pormenores: “el Chichas” había ido antes al servicio de Urgencias del Centro de Salud “Santa Ana”, y el médico que lo atendió lo mandó con un volante al HRS.

Pío y yo solo nos tomamos dos zuritos. No tenía ni el ánimo ni el cuerpo para más y me fui a casa. El domingo, pasada la media noche, “el Chichas” quedó ingresado en la Unidad de Corta Estancia; y unos minutos antes de las once subió a planta. Aunque tienen que hacerle más pruebas, al parecer, tiene neumonía. Ayer, domingo, antes de ir a la parroquia de Lourdes, a la misa de doce y media, en la que rememoraron a mis padres y hermano (les hago una cada día 25, siguiendo la tradición inaugurada por mi madre), había hecho la comida. Invité a Pío, que llamó puntual al timbre de mi casa, a la una y media pactada. Comimos lo que había, patata con borraja, lomo con champiñón y un plátano y, tras recoger, fregar y secar el fregado, subimos en el coche de Pío al HRS. A las dos y media pasadas estábamos en la habitación de mi hermano. Estuve con “el Chichas” hasta bien superadas las siete y media. Bajé con “el Chato” a casa. Esta mañana estaba con Jesús María antes de las nueve de la mañana y he bajado a casa con “el Cuba”, un amigo íntimo de mi hermano. He comido y hace unos minutos he llegado al Centro Cívico “Lourdes” (tras dar una vuelta enorme, porque están arreglando las calles anejas).

Este “finde” he leído y escrito menos de lo habitual.

Hoy hace un día estupendo en Tudela, pero las previsiones o predicciones de los meteorólogos no son nada halagüeñas. Puede que también nieve en la capital de la ribera navarra la próxima madrugada. Eso ha comentado esta mañana la esposa de Jesús María, mi cuñada Elena.

Por si no me he explicado bien arriba (ya sabes: las prisas nunca fueron, son ni serán buenas asesoras), Miguel Ángel, “el Chato” (casi todo el mundo lo llama así) subió al HRS porque había acudido allí, enfermo y solo, nuestro hermano común, “el Chichas” (casi todo el mundo lo llama de esa guisa, desde adolescentes —ha habido quien o no ha faltado quien no nos conocía y pensaba que “el Chichas” era yo, porque tenía más chichas de las necesarias, que estaba gordito, vaya, pero el apodo o sobrenombre se lo pusieron a él desde el inicio por delgado, por no tener más que cuatro, si estas son pocas, chichas—). Cuando nació, la comadrona le dijo a mi madre que había tenido un “avergüenzafamilia”, en el sentido de que iba a estar o ser flaco siempre, alguien que no lo demostrara, aunque comiera como una lima, mucho). Hoy le han hecho el escáner (la tomografía axial computerizada, TAC). Mañana conocerá los resultados de todas las pruebas que le han practicado. Él está muy mejorado. Hoy, por fin, ha ingerido comida de verdad (y, ratificando lo que intuyó la partera mentada, a pesar de su delgadez, ha demostrado que sigue gastando el mismo y buen saque, que come sobremanera, vaya —sin ella, si se toma con el significado de burla—). Hoy, salvo el rato de la breve estancia en y el viaje de ida y vuelta a rayos, he estado a su vera hasta que ha despachado todo lo que le han traído en la bandeja (el hueso de la pata de pollo asado no se lo ha comido, no).

Así es, todos en casa, desde pequeños, tenemos mote. Yo era el Tito (y sigo siendo el Tito, tío —el tío Tito, para mis sobrinos—, valga la redundancia).

No importa, porque esta mañana he ultimado en el HRS otro soneto: “El éxito lo alcanza el fracasado” (que publicaré, seguramente, el día de Navidad, jornada en la que conmemoraré el cuarenta aniversario de la muerte de mi hermano José Javier).

Y por estos lares quizá ocurra tres cuartos de lo mismo (pero ahora hace un sol espléndido, aunque el frío es gélido).

Si sale todo bien, mañana igual le dan el alta (hospitalaria, pero no médica, pues estará en el domicilio con antibiótico). El HRS puede ser un foco de infecciones (ha habido hasta una muerte por legionela).

Otro (de tu amigo “Otramotro”).

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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