El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿Dónde se halla el volcán de los mil mocos?

¿DÓNDE SE HALLA EL VOLCÁN DE LOS MIL MOCOS?

Dilecta Pilar:

Mi demora en contestarte se debe a que he estado casi tres días seguidos encamado, con una gripe morrocotuda. Ayer, por la tarde, bajé al Centro de Salud “Santa Ana” (a Urgencias) porque estaba fatal. El doctor que me tocó en suerte me auscultó la espalda y el pecho, me miró la garganta, pero no me recetó nada. Que siguiera con los paracetamoles, las sopas de ajo y la leche caliente con miel. Acaso fuera lo correcto, pero, si lo llego a saber, me ahorro el viaje. Hoy estoy una pizca mejor.

Como sabes, en este mundo no hay dos personas iguales (y no porque eso digan o manifiesten —aunque, en sentido estricto, no hablen, eso es lo que dan a entender— las huellas dactilares). Cada persona vive lo que vive a su manera (más o menos coincidente, más o menos alejada de la de otras muchas). Si mi hermano hubiera muerto hace cinco años (y no hace 39) de un cáncer, por ejemplo, o de un infarto, mis sentimientos no se parecerían a los que viví otrora (o sí; no lo sé). No voy a hacer el esfuerzo estúpido de especular con ello.

Yo debo ser un calco o parecerme como una gota de agua a otra gota a tu otra amiga. Bueno, yo no me pongo triste, pero sí he pasado desde las 4 y media de la tarde del día de Navidad (exceptuando el viaje a Urgencias) hasta las 10 de hoy (con las salidas necesarias para la compra del pan, las ingestas y al baño, claro) en la cama. Abundo contigo en que lo que cuenta es cómo tengamos el corazón.

Espero no recaer. Si falto a la cita, ya sabes lo que puede haber pasado, que me haya hecho el héroe.

Lamento mucho, de veras, que tu chico haya sufrido las crudezas y durezas de un catarrazo (aunque lo mío, supongo, no era un catarrazo, sino pura y dura gripe). Te consta que, hace unos días, el DRAE ha abierto los brazos o ha franqueado la puerta a un número de palabras que no había dejado entrar todavía en él. ¿Por qué no ha incluido entre las tales a “catarrazo”, vocablo que usa todo el mundo en los meses fríos del año? ¿Por qué el aumentativo de catarro no? Quien sepa la respuesta que responda.

Ayer, a las diez de la noche tenía 38,5. Como me había tomado un paracetamol una hora antes, pensé que mi termómetro no funcionaba bien. Al rato, había bajado a 38,1. Llamé a mi prima Manoli para que me cediera o dejara el suyo: 37,7. La fiebre iba bajando. Lo peor ha acaecido a medianoche; me he despertado con la boca seca, como un zapato (siempre que este no hubiera sido mojado por agua de lluvia o de charco, claro). Me había dicho el doctor que me auscultó en Urgencias que tomara bastantes líquidos. Me he bebido una botella entera de agua, de litro y medio, durante la noche. Como no podía alentar por la nariz, taponada por los mocos, que no dejaban de concentrarse con el propósito de salir cuanto antes por los caños de mi nariz, por narices tenía que respirar por la boca. Y la boca del pozo se secó. Como hacía años que no padecía los rigores de una gripe así, tan dura, había olvidado que durante los procesos catarrales o gripales al final de las fosas nasales tenemos los seres humanos un dragón o volcán que, en lugar de fuego o lava, expele mocos, a miles. Y me ha hecho rememorar también “Casa tomada”, el cuento de Julio Cortázar que inauguró su producción cuentística y ha sido objeto de mil y un estudios. Este va sobre la ocupación paulatina de una casa familiar que lleva a cabo un ente o unos seres extraños, inespecíficos, hasta que logran tomarla del todo, expulsando a sus dueños y moradores, Irene y el narrador. En el caso de mis fosas, tras sonar mis narices, la ocupación de las mismas por nuevos mocos era instantánea. Esa es la clara y cristalina diferencia.

A ver si mañana estoy un poco mejor y puedo leer tu artículo en algún ejemplar del Heraldo. Llevo tres días sin echarle un ojo a la prensa del día. Si no, ya sabes que siempre puedo echar mano de mi solución, leerlo en La lámpara encendida.

Quizá tengas razón en cuanto supones y argumentas. Gripazo tampoco lo recoge.

Estoy mejor, pero sospecho que le va a costar irse (al parecer, el entorno de mi cuerpo es un oasis para la gripe).

Celebro que tu pareja esté mejor y lamento que tu madre haya caído en la red de la gripe o el catarro, ese gladiador que porta en la diestra el tridente (estornudos, mocos y toses).

Me he llevado un pequeño chasco al comprobar que hoy sí había ejemplar en la librería/papelería “El Cole”, pero tu artículo no aparecía. En su lugar, he leído por encima uno de Fernando Lussón. Ya me contarás qué ha pasado.

Te veo (es un decir) rodeada por allegados poscatarrales o precatarrales. Deseo y espero que no seas el blanco o centro de todas sus flechas víricas.

Abrazos y besos (que no les falten, en el reparto que te encargo que hagas, a el/la del catarrazo dejado/tomado).

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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