El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Si es blanco y en botella, será leche

SI ES BLANCO Y EN BOTELLA, SERÁ LECHE

Quienes hemos visto, si no todos, la mayor parte de los 166 episodios de la serie de dibujos de animación “Los Picapiedra”, de la productora creada por William Hanna y Joseph Barbera, sabemos que Dino no es propiamente un can, pero si trasladáramos su espacio y su tiempo, su mundo y su historia, a la época actual, el susodicho dinosaurio se metamorfosearía al instante en un perro, sin ninguna hesitación.

Dino es la leal mascota de la familia Picapiedra. Es un dinosaurio de la especie Snorkasaurus con un fino sentido del humor y un apetito voraz. Aunque es incapaz de hablar, no le faltan aptitudes para comunicar sus sentimientos. Dino es un talismán cariñoso, divertido, inteligente y sensible, una compañía fiel para toda la familia.

¿Quién no recuerda alguna de las escenas en que corre ladrando o ladra corriendo al encuentro de su dueño Pedro Picapiedra, recién llegado a casa, tumbándolo en el suelo y lamiéndole la faz? Le encanta jugar con Pebbles Picapiedra y Bam Bam (el niño huérfano adoptado por los Mármol).

Bueno, pues hay un episodio pirata, que aún no ha visto la luz, pero del que muchas/os hablan (y no todas/os lo hacen de oídas), en el que, al parecer, a Dino, estando jugando con una lámpara (no me refiero a la encendida, que gestiona con sumos conocimiento y habilidad mi dilecta amiga, colega y vate María Pilar Martínez Barca) apagada, frotándola y refrotándola, le salió un genio de la misma (es apócrifo o falso, por tanto, que la susodicha lámpara de aceite maravillosa hubiera pertenecido antes a Aladino, el personaje de “Las mil y una noches”; en todo caso, acaeció al revés: pasó de Dino a Aladino), Joan Tardà, sí.

A mí escuchar a Tardà (a quien, hace un montón de años, bauticé o di en llamar “Pelopicopata”, porque cada vez que se soltaba el pelo y le daba al pico solía meter indefectiblemente la pata), al portavoz de ERC en el Congreso de los Diputados, sobre política, lo haga dentro de dicho recinto o fuera, me suele llevar al jardín donde el sendero se bifurca, quiero decir, o a reír o a llorar. Servidor asumió hace la tira que es imposible que un fanático razone. Así que lo usual, venga o no venga vengarse a cuento, es que un tal arrime el ascua a su sardina. La estrategia del independentista es siempre la misma, embelecar, engañar y mentir, de forma sistemática; y, de paso, adoctrinar al mayor número de personas que se acercan ideológicamente, con la mejor voluntad, a los aledaños de dicha secta absurda, negándose en redondo a reconocer lo obvio, la triste y cruda realidad imperante, que ha provocado, de consuno o común acuerdo, con otros supremacistas, amén de la ruptura social, el desastre económico de Cataluña.

Ignoro si, cuando fungió de profesor, adoctrinó o no a sus alumnos; ahora bien, si tengo en cuenta las palabras que dirigió a los estudiantes que se concentraron en los exteriores de la Universidad de Barcelona, hace unos meses, lo lógico y normal es que concluya lo siguiente: si es blanco y en botella, será leche.

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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