TERCERA CARTA APÓCRIFA A JESÚS, UN AMIGO DE OTRAMOTRO
Dilecto Jesús, amigo de este bululú y/o decimero:
Así es: “La mejor novedad es que no la haya” ha devenido una frase proverbial, que, por cierto, solía proferir e iterar con leves variantes mi tío Jesús, “el Pato” y/o “el Vasco”. En mi caso, te diré que dentro de un tiempo (aún no sé la fecha —el otro día solo firmé el consentimiento—, exacta) van a operarme de nuevo en Pamplona. Tienen que reconstruirme la ileostomía. Mi estoma (que últimamente sangraba por nada, ocasionándome anemias de continuo) se ha hecho tan largo y tan gordo (que se ha “prolapsado” —es la expresión médica—, vaya) que hay que quitarlo y hacer con parte del intestino delgado otro nuevo. Cuando reciba por correo normal la cita para acudir al anestesista (ella o él), tendré en cuenta la advertencia que me hizo la doctora de que ocho o diez días antes habré tenido que ir para hacerme (mejor, que me hagan) el “preoperatorio” (análisis, placa de tórax y electrocardiograma).
Un día que nos juntamos te dije y en varias ocasiones te he escrito que no tenías ni tienes ninguna obligación de apostillar mis urdiduras (o “urdiblandas”), que eras y eres libre de leer y comentar y, al mismo tiempo, de no leer y de no escoliar, como yo de contestarte o de no hacerlo. Sin embargo, reconozco sin ambages que yo, al menos, siempre me he sentido empujado o impelido a hacerlo (a condición de que no hubiera colegido perversión en la apostilla hecha, claro), por mera cuestión de agradecimiento, que no miento.
En esta vida es lógico y normal que dudemos un día sí y otro también qué hacer, qué camino tomar, pero, tras decidirnos por un derrotero y desechar los otros, debemos apechugar con las consecuencias. Si somos conscientes de que nos hemos equivocado y tenemos que dar marcha atrás se da y ya está. Si debemos pedir disculpas, se piden, y con claras muestras de contrición si hiciera falta o resultaran imprescindibles, necesarias.
Este año no he subido a Cornago en septiembre. Había estado una semana a mediados de agosto. Acudí a casa de tus padres para saludarlos el mismo día que llegué. Y vi y saludé a tu hermana y a tu cuñado en diferentes ocasiones.
La realidad política española, dependiendo del punto de vista que uno adopte o de la perspectiva de la que uno parta (y de la mayor o menor cantidad de prejuicios que uno acarree) se ve de una manera o de otra (sigue rigiendo o estando vigente en los ojos internos y externos de la gente la famosa cuarteta de Ramón de Campoamor). La realidad suele ser muy compleja, con muchos vértices, facetas y aristas. Son necesarias muchas horas de lectura de libros, periódicos de papel y digitales para estar al día. Algunos tertulianos son tan sectarios que uno, si es intuitivo, ya sabe qué van a decir aun sin haber abierto aún la mui. El tema del que se disponen a discutir (apenas se debaten ideas; cuesta ver una tertulia donde se confronten argumentos, razones de peso) lo intentan reducir o simplificar de manera tan maniquea (a bueno o malo, blanco o negro), que son incapaces de ver en el asunto la amplia gama de colores que contiene, a modo de paleta, el tal y cabe reparar y valorar.
Celebro que estés contento con Hacienda y lamento que estés preocupado por el contencioso de marras. Ya sabes; así es la vida misma. Por si te sirven, te apunto abajo dos de las perlas que Vincent van Gogh prendió en sendas cartas a su hermano Theo: “El que vive sinceramente y encuentra penas verdaderas y desilusiones, que no se deja abatir por ellas, vale más que el que tiene siempre el viento de popa y que solo conoce una prosperidad relativa” (no me hagas caso ni me preguntes el porqué, pero en esta cita identifico claramente a Pedro Sánchez y a Mariano Rajoy) y “Hay en casi todos los hombres un poeta que murió joven y al que el hombre sobrevivió”.
Que lo paséis lo mejor posible por el norte.
Te encarga que hagas un reparto equitativo de los saludos, abrazos y besos que te remite quien te aprecia, agradece y abraza mucho, tu amigo
Ángel Sáez García
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Post Scriptum
En cierta ocasión le preguntaron al general Ros de Olano ¿qué tesis quería defender en su novela “El doctor Lañuela”, obra de carácter esotérico, o sea, impenetrable, de difícil comprensión? Y él contestó, poco más o menos, esto: Cuando la escribí, eso lo sabíamos Dios y yo. Hoy, me temo, solo lo sabe Dios.
La verdad que contiene un texto, a veces no se corresponde con el momento en el que este ve la luz. Y mantengo lo dicho porque, aunque esta misiva fue urdida por el arriba firmante hace muchos meses, por razones que ahora mismo ignoro su publicación se ha ido demorando en el tiempo hasta hoy. Que conste en acta.
Ángel.