El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Etopeya de Carles Puigdemont (II)

ETOPEYA DE CARLES PUIGDEMONT (II)

(Sigue el de ayer.)

Los otros dos folios contenían su mentado trabajo práctico (con alguna adición, supresión y enmienda de servidor):

SÁTIRA, ÁNGEL, DE CARLES PUIGDEMONT

Si un periódico de los de prestigio y ámbito nacional (me refiero, de modo específico, a los cuatro grandes de Madrid y a los dos de Barcelona) me hubiera solicitado ayer que urdiera un artículo sobre el asunto omnímodo o monotema actual para que se publicara mañana en sus páginas, en concreto, en la sección de Opinión, seguramente, me hubiera decantado por, más que hacer, aventurar, o sea, trenzar algo atrevido, como cabe colegir del título que, en un primer momento, había elegido para este texto, “Etopeya de Carles Puigdemont”, porque, salvo por los hechos, dichos y escritos que han trascendido y los mass media se han encargado (y uno ha deducido de cuanto ha escuchado o leído) de airear, no conozco al que me dispongo a retratar, a completar una representación o pintura moral de Carles Puigdemont, a coronar una “descripción del carácter, índole y costumbres”, pues esa es la definición que del vocablo etopeya da el DRAE, del President del Govern de la Generalitat.

Pero he desistido de llevar a cabo lo que me había propuesto en el mismo instante en que, bendita memoria, ha acudido a mi mente, en mi ayuda, el que, si seguimos el orden, hace el número XXIV de los “Proverbios y cantares”, una de las últimas secciones de la obra poética “Campos de Castilla” (1907-1917), que lleva la firma de don Antonio Machado, su autor, quien dio de lleno en el blanco o centro de la diana al escribir estos cuatro pintiparados versos, cuatro, donde, en los dos últimos, cabe hallar uno de los posibles retazos o pedazos de la tela donde, hecho con bastante antelación, sí, puede contemplarse un probable retrato de Puigdemont: “De diez cabezas, nueve / embisten y una piensa. / Nunca extrañéis que un bruto / se descuerne luchando por la idea”.

Así que mudaré el pretendido retrato por una sátira.

A Puigdemont se le ha llenado y se le sigue llenando la boca pidiendo diálogo bilateral, de tú a tú, a Rajoy, pero se comportó como un mezquino al no brindárselo (como ahora lo reclama para sí, en la misma o parecida medida) a los diputados no independentistas los días 6 y 7 de septiembre en el Parlament, donde no le vi ni oí mediar con la presidenta Carme Forcadell para que los mencionados dejaran de estar amordazados, silenciados, y pudieran ejercer su función representativa.

A Puigdemont, el vallista desleal, pues ha saltado las vallas de la manera que le ha dado la gana y se ha saltado a la torea las de la ley en cuantas ocasiones le ha petado o venido en gana, Rajoy le ha dado la oportunidad y recomendado varias veces que acudiera al Parlamento Español, donde están representados todos los ciudadanos del país, la sede de la soberanía popular, a defender sus deseos independentistas, rupturistas. Si ha declinado la oferta, acaso haya sido porque, seguramente, ha leído el artículo 2 de la Constitución Española de 1978 (“La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del estado”), o a que, como es muy suyo, ha resuelto que él y los de su cuerda, menos de la mitad de los catalanes (según las encuestas), son más chulos que un ocho y pueden tomar las decisiones que nos afectan e incumben a todos los ciudadanos españoles.

Lo que Puigdemont quiere (y sus secuaces también desean y pretenden) es negociar con Rajoy lo que Rajoy no puede (ni quiere, ha añadido alguna vez el político gallego) negociar, la manera incruenta de completar lo que él y los suyos han decidido que les corresponde por la sinrazón del porque sí: la secesión de Cataluña, sin que los españoles podamos opinar, como mucho o aducir amén o no decir ni mu.

Carles Puigdemont ha perdido la brújula y el sextante (si es que alguna vez los tuvo o supo cómo usarlos), y se ha hecho merecedor, por contumaz en el error, del baldón de “el Empecinado” (nada que ver, por cierto, con el mote elogioso que se le puso a Juan Martín Díez, el héroe militar de la Guerra de la Independencia Española, que también fue llamado así), por estar cargándose económicamente Cataluña por los cuatro costados o provincias.

La comunidad autónoma con mayor capacidad de autogobierno de Europa, con la mayor libertad para promover su cultura y su lengua, con una renta percápita envidiable, con unas expectativas de negocio inimaginables, con… (puede elegir el atento y desocupado lector, ella o él, la razón que más le agrade o convenga, porque el abanico es amplio) va a ser tirada por la borda o se va a ir a pique o por el sumidero, quiero decir, va a ser intervenida (en mayor o menor grado) por culpa de un terco como una mula, apoyado por una claque de insensatos (según la distinción canónica que estableciera Wilhelm Stekel entre estos y sus opuestos), o, si seguimos el parecer de Antonio Machado, por un bruto, presuntamente pacífico, dispuesto a quedarse sin cuernos luchando por una idea o poco meditada o equivocada (al menos, en eso ha devenido o quedado).

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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