El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Etopeya de Carles Puigdemont (I)

ETOPEYA DE CARLES PUIGDEMONT (I)

Anteayer, pocos minutos después del mediodía, de camino a la biblioteca pública de Tudela, a la altura del cerrado cine Regio, o sea, al principio o al final (según se mire) de la calle Miguel Eza, me encontré con quien hacía tres o cuatro años que no veía (vive en una localidad cercana a la capital de la ribera navarra, pero trabaja en otra y es madre de dos niñas pequeñas), una de las alumnas más aventajadas que tuve durante los dos años que impartí la asignatura de Creación Literaria en el Centro Cívico La Rúa. Después de saludarnos y darnos sendos ósculos castos en ambos lados de la cara, me preguntó, sin ambages, por mi salud y, a renglón seguido, casi sin darme tiempo a extenderme en la respuesta (me quedé en que, a pesar de mis crónicos achaques, me encontraba bien), por qué pieza (en prosa o verso) tenía en el telar. Le dije la verdad, que mi propósito era hacer un retrato moral de Carles Puigdemont, pero que, salvo el título de dicho texto en prosa, un endecasílabo, no había urdido una sola línea. Entonces ella me adujo que, como era una habitual lectora mía (yo contaba con que ella siguiera siendo una de las cinco o seis personas que me leen a diario desde hace más de una década), conocedora exhaustiva, por lo tanto, de mi estilo, por qué no continuaba fungiendo como el guía o profesor que fui para ella otrora y le encomendaba o (pro)ponía como ejercicio literario que, remedando (sin descartar la burla) y hasta emulando mi manera de escribir, llevara ella a cabo, como si fuera yo el verdadero hacedor de dicha urdidura (o “urdiblanda”), esa susodicha tarea.

Hoy, cuando todavía se hallaba este menda bloqueado, sin seguir la recomendación que Cayo Plinio Cecilio Segundo (“nulla dies sine linea”, o sea, “ningún día sin línea”), más conocido por Plinio el Viejo, hizo, mutatis mutandis, en su “Historia Natural”, tras narrar una manía del griego Apeles de Colofón, pintor oficial de Alejandro Magno, que no dejaba pasar un día sin dibujar, al menos, un trazo, he abierto el buzón y he hallado allí un sobre sin dirección (solo ponía en mayúsculas y bolígrafo “a la atención de Otramotro”) ni remitente. Lo he abierto y contenía tres folios escritos por una sola cara; y la autora era, sí, por supuesto, mi exalumna aventajada. El primer folio decía así:

“Dilecto Otramotro:

“Como hoy ha venido mi madre a casa, y se ha ocupado toda la tarde de mis hijas, he aprovechado para coronar, durante las tres horas libres que he tenido, el trabajo práctico que ayer te medio propuse que me pusieras.

“Como comprobarás, me he esforzado para que no tengas que hacer muchas adiciones, correcciones o supresiones.

“Como de bien nacidos es ser agradecidos, te lo regalo. Puedes hacer con él lo que te venga en gana. Ahora bien, debes respetar mi anonimato y que nadie pueda averiguar, por ningún medio, la verdad, que yo soy su autora”.

Por supuesto, carecía la misiva de firma y rúbrica. Pero yo, como soy un zumbón, sí se la he puesto, de esta guisa guasona:

“Firma elegible o ilegible”.

(Continuará mañana.)

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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