El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

La epístola semeja una pistola

LA EPÍSTOLA SEMEJA UNA PISTOLA

(DEL “TEJERAZO” AL “FORCADELLAZO”)

“En un atraco político mal puede dialogarse con quien ya ha sacado el revólver”.

Antonio Elorza, en “El silencio y la mentira”, artículo publicado en la página 14 de El País el sábado pasado, 16 de septiembre de 2017.

Ignoro si usted, atento y desocupado lector (sea ella o él), ha tenido la oportunidad (tal vez servidor hubiera dado de lleno en el blanco o centro de la diana si, en lugar de dicho sustantivo, hubiera escrito estos otros, los redaños, los dídimos o el valor) de leer (y, si lo ha hecho de cabo a rabo, sin indignarse ni montar en cólera) la carta que Carles Puigdemont, Oriol Junqueras, Carme Forcadell y Ada Colau le mandaron (y varios periódicos, en sus ediciones digitales, se hicieron eco de ella y la publicaron o colocaron un enlace que mandaba al usuario adonde aparecía y podía pasar la vista por ella) al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (con copia al rey).

Reconozco que la acabo de releer. La primera vez que la recorrieron mis ojos fue el pasado viernes. Ahora bien, como tenía pendientes en mi mente otras ideas que quería desarrollar y sobre las que deseaba, asimismo, escribir, la pospuse o procrastiné para mejor ocasión, esta. Aunque no me crea, ya escogí entonces el subtítulo provisional que hoy, de manera definitiva, porta.

Al parecer, en la actual piel de toro puesta a secar, algunos politicastros (hembras y varones), políticos de tres (cuatro o más) al cuarto, piensan que la política es una partida de mus o de póquer en la que los jugadores pueden echar órdagos o envites falsos a fin de amedrentar o desorientar a sus oponentes, o sea, ir de farol, sin que nada les pase ni pese.

A ver si usted, atento y desocupado lector (sea ella o él), me puede explicar, en el supuesto de que, de verdad (de la buena), lo haya comprendido, cómo se compadece el inicio de la carta en cuestión (“Los conflictos políticos se resuelven, en los sistemas democráticos, a través de propuestas políticas que son consecuencia de negociaciones y diálogo”), que suscribió la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, con el comportamiento de parte que tuvo la mencionada los pasados días 6 y 7 de septiembre en la Cámara catalana, en la que mostró, de modo público y notorio, sin ambages, y demostró, de manera patente, bien, a las claras, sin embozos, su faceta independentista, su perfil parcial, su papel preponderante en el (intento de) golpe de Estado. ¿Sus actitudes no dejaron entrever o traslucir lo contrario u opuesto a lo que debe esperarse de quien ha sido elegida para ejercer tan alta dignidad de una manera imparcial: limpieza y respeto máximos a las formas y al fondo de la legalidad vigente? Al negarse el secretario general de la Cámara, Xavier Muro, a publicar la ley del referéndum de autodeterminación en el Boletín Oficial del Parlament (BOP), ¿no permitió, al no oponerse (ni intentar impedir tal desmán), que los cuatro diputados de Junts pel Sí en la Mesa la publicaran sin miramientos, a las bravas? Claro, por supuesto. ¿Tuvo la gallardía de dimitir? No. Por cierto, que me llamó mucho la atención el hecho de que recusara a los doce miembros, doce, del Tribunal Constitucional (me acabo de enterar de que ha llevado a cabo lo propio con los magistrados del TSJC), pero la ilusa y desleal Forcadell, perita en hallar con quién/es romper las hostilidades aun sin haber declarado la guerra (cuando dijo/escribió que “el enemigo es España”, ¿era consciente de que una cosa es el deseo y otra la realidad —como advirtió el inmarchitable poeta Luis Cernuda Bidón—, que Cataluña fue, es y, mientras no se cambien los artículos 1 y 2 de la Constitución Española, seguirá siendo España?), no consideró oportuno dejar a un lado su pasado al frente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), ni logró aplacar sus inquietudes o querencias soberanistas, al alinearse, de modo meridiano, con los intereses y la estrategia de los secesionistas. Toda la oposición (Joan Coscubiela, de Sí Que Es Pot, estuvo el día 7 en la tribuna a la altura de las circunstancias, genial) coincidió en afearle a Carme Forcadell que hollara y vulnerara de facto los derechos de los diputados. Si la opinión de Xavier Muro no la tuvo en cuenta, lo propio hizo con el parecer del letrado mayor, Antoni Bayona, del que hizo caso omiso; y, asimismo, del criterio del Consejo de Garantías Estatutarias (a pesar de sus insistentes advertencias), que también cayó en saco roto.

Los pasados días 6 y 7 de septiembre tendría que haber habido más diálogo del que hubo en el Parlament. Y más respeto a los procedimientos del que hubo. Una presidenta imparcial los hubiera promovido y no se hubiera dejado llevar por sus impulsos. Así que a mí me parece un mero ejercicio de cinismo que Forcadell se aviniera a firmar la mentada y lamentable carta.

España es un Estado de derecho; perfectible, sí (no pongo objeción); mejorable, también (tampoco discreparé); que tiene un grave problema o problemón (de “conllevanza” —así lo llamó Ortega y Gasset otrora— mutua) en Cataluña, sin duda, pero en él, si no quiere metamorfosearse en un Estado de deshecho, en una jungla, es condición sine qua non que siga imperando la ley. Y a quien se la salte o la incumpla que le caiga todo su peso.

Así las cosas, retomando la idea de Antonio Elorza, que sirve de epígrafe o exergo a este texto, la epístola me parece la pistola que ha exhibido y usado el/la atracador/a (singular o plural) de un banco y que, una vez acorralado/a, sin botín ni rehenes, pide comprensión al policía (hembra o varón) que lo/a apresa y esposa y, más tarde, al juez (ella o él) que le toma declaración, porque el arma era de pega y el atraco una broma, de mal gusto, pero una broma.

Como dejó escrito en letras de molde José Saramago, “somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos; sin memoria no existimos (a cuantas/os disientan del Premio Nobel les recomiendo con encarecimiento que pregunten a los familiares que tienen un/a enfermo/a de alzhéimer en casa y verán qué les contestan) y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir (para no ser tan trágicos, mudamos dicho verbo por este otro, ostentar cargos para los que no se está preparado/a, dignidades tan altas)».

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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