TODAS/OS SOMOS CULPABLES, TODAS/OS, CARA/O
“(…) Y aún te diré más, madre mía: todos somos culpables ante los demás por todos y por todo, y yo más que nadie”.
Fiódor Mijáilovich Dostoyevski, en “Los hermanos Karamazov”.
Si, según he leído en muchos escritos (ora redactados en prosa, ora en verso), ajenos y propios, él es culpable, tú eres culpable y yo soy culpable, cabe colegir lo obvio, que no hay ni sobre ni bajo la capa de ozono un solo hombre (en genérico, hembra o varón) inocente, quiero decir, que todas/os (unas/os en mayor proporción que otras/os, ciertamente) somos culpables.
Así las cosas, me parece bien, correcta, la propuesta, que anda rondándome últimamente la testa, de que, si lo que queremos de verdad es evolucionar, si deseamos mudar a mejor, hemos de adquirir el compromiso ineludible de aspirar a ser más cabales, decentes, exigentes y puras/os de lo que lo somos actualmente, porque, si seguimos procrastinándolo, demorándolo, no mejoraremos nunca.
Me consta que en la Tierra hay hombres (ellas y ellos) ejemplares, inmaculadas/os, íntegras/os, pero son excepciones a la norma. Quienes erramos (por esto, eso o aquello), quienes fallamos un día sí y otro también, somos la regla.
Está claro que un número indeterminado de políticos (politicastros, más bien) patrios que nos han gobernado o representado en las diversas instituciones democráticas del país han sido venables, vendibles. Quizá la profesión o el oficio que ejercen sea más proclive que otras/os a los chanchullos. Pero sobornos se dieron, dan y darán, mientras el mundo siga siendo (in)mundo, en todas/os las/os que son.
Sé que no soy un ser humano perfecto; y también que jamás de los jamases lo seré, pero, al menos, me gustaría ser mejor persona de lo que soy, más empática, más justa, más solidaria. Creo que a nadie hago daño, molesto o perjudico (acaso, si es que existe, al demonio, nombrado de mil modos) ambicionando esto. Así que te propongo y pregunto, atento y desocupado lector (seas hembra o varón) de estos renglones torcidos, ¿te atreves a suscribir este documento en el que las/os firmantes del mismo nos comprometemos a hacer ímprobos esfuerzos para ser cada día mejores personas? Espero lo mismo que deseo, que contestes que sí y que firmes. De esta manera, tal vez consigamos salir algún día de la sentina hedionda donde anda instalada nuestra corrompida sociedad actual.
Y es que, como dicen que dijo (o escriben que escribió) Jacinto Benavente, “el único egoísmo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor”.
Ángel Sáez García
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