El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Acatando o atacando la moral

ACATANDO O ATACANDO LA MORAL

Acaso le sorprenda este parecer mío, atento y desocupado lector (sea usted adulto o joven, hembra o varón), pero, aunque no seamos plenamente conscientes de ello, todos los comportamientos, todos, sin excepción, que tenemos las personas adultas y muchas jóvenes que estamos en nuestros cabales, quiero decir, las que sabemos distinguir entre lo que está bien hecho de lo que no lo está, los coronamos o llevamos a cabo acatando o atacando la ética, la moral (conjunto de valores que nos sirven de guías para elegir y hacer o dejar de hacer lo que sea, y que, una vez nos hemos habituado a ellos, darán sentido y regirán el curso normal de nuestras vidas), o sea, respetando la costumbre, la ley, lo reglamentado, o contraviniéndola/o. La virtud y el vicio, si firmaron algún día algún armisticio, cosa que hoy, aquí y ahora, pongo en tela de juicio, desde que vine al mundo (al menos, desde que llegué a la mayoría de edad y vengo haciendo buen uso de mi razón), andan a la greña, están en guerra abierta. Y es que, como dijo y dejó escrito en letras de molde Jacinto Benavente, “el único egoísmo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor”.

Puede que no rinda dineraria o crematísticamente hablando, pero la bondad es la única inversión que nos deja el corazón henchido, atestado, como la Plaza Nueva, o de los Fueros, de Tudela el día del chupinazo o el Domingo de Resurrección, con ocasión de la Bajada del Ángel, y la sensación de plenitud en nuestro fuero interno. La música que interpreta la caridad, la generosidad, la liberalidad, el altruismo, es la mejor que puede salir de un arpa, aunque esta llevara arrumbada ni se sabe cuánto tiempo, porque tal vez un día fuera olvidada por su dueña/o en el rincón de una habitación lóbrega y oscura (como lo propio u otro tanto le acaeciera antaño a la de la Rima VII de Gustavo Adolfo Bécquer). Una vez desempolvada, reluciente y afinada, vuelve a estremecer los corazones y las razones de todos los ciudadanos que somos en el orbe (y espero y deseo que esto a nadie moleste ni estorbe).

Aunque en nuestra sociedad sean legión los jóvenes (hembras y varones) comodones, que viven a cuerpo de rey en las casas de sus padres, es decir, haya jóvenes sin cuento que son indiferentes a la realidad de escasez o penuria que otros seres humanos sufren, también los hay comprometidos con su circunstancia, sus semejantes (ancianos, enfermos, sin techo,…), medio ambiente,…, respetuosos con las leyes naturales y universales, que no son indiferentes, no, sino que en todo momento y lugar se decantan por el lado del más débil, necesitado o sensible. Si no os hacéis, jóvenes, los suecos, los sordos, y aguzáis con perspicacia vuestros oídos, podréis escuchar con claridad meridiana el halago o el reproche que os hace el cierzo, que sigue soplando sus verdades a cada (o todo) quisque por doquier, y suele hacer desgraciados únicamente a cuantos no prestan atención a lo que les larga o suelta.

Acercaos, jóvenes, lo suficiente a los más necesitados y muchos ruidos desagradables os sonarán a música celestial; acaso así adquiriréis antes la experiencia necesaria para trenzar los párrafos que compongan o conformen una incisiva, mordaz o punzante sátira sobre la omnímoda mezquindad de nuestros días.

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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