El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

La/el mejor pendolista también yerra

LA/EL MEJOR PENDOLISTA TAMBIÉN YERRA

El sábado pasado, 15 de los corrientes mes y año, comencé a leer en la portada de EL PAÍS el artículo titulado “El infierno de la niña Naiara” y acabé de pasar la vista por él en la página 21, en cuya parte central aparecía el subtítulo de “‘Cenicienta’ en la casa de los horrores”.

Para escribir su crónica, Patricia hizo bien su trabajo, llevó a cabo cuantas pesquisas consideró distintivas, necesarias, pertinentes y/o relevantes para dar con las claves del caso. Ahora bien, tengo la impresión refractaria de que con las piezas que fue acumulando consiguió construir un puzle (dejémoslo en) bastante extraño.

Así, cuando leí el final del segundo párrafo (“Sus últimos días los pasó en el reino del castigo, tal y como lo había conocido y experimentado años atrás su asesino”), interpreté que Iván Pardo Pena había sufrido malos tratos en el mismo domicilio por parte de su… padre; extremo que confirmé cuando pasé mi vista por el final del penúltimo (décimo de once —a los que hay que agregar los tres interiores, más breves, en negrita—) parágrafo: “Él fue quien, según la interpretación de los investigadores, instauró el reino del castigo en esa casa”.

La doble (casual y causal) circunstancia de las dos hermanas más pequeñas de Naiara, cuyos nombres conocemos al acabar de leer el final del primer párrafo interior, Leire y Ángela, con la (tristemente funesta) coincidencia y convivencia en la casa de su abuela Nieves con su “tío” y asesino y dos sobrinas de este, de 15 y 12 años, hijas de una hermana de Iván, a quien le habían retirado la custodia de las niñas, que hasta ese momento tenía la abuela, han embrollado mucho la correcta comprensión del relato.

Patricia cometió un error mayúsculo (¿Quién no ha incurrido alguna vez en alguno/s? ¿Quién puede asegurar que no va a equivocarse hoy o mañana otra vez?), de bulto, cuando confundió el verbo infligir (“causar daño” o “imponer un castigo”, según el DRAE) con infringir (“quebrantar leyes, órdenes, etc.”, según el DRAE) y redactó esto: “(…) esas dos niñas participaron con su tío Iván (por cierto, ese mismo nombre eligió Miguel Delibes para bautizar a su señorito de “Los santos inocentes”) Pardo Pena, en los castigos a la pequeña Naiara, supuestamente infringidos (sic) ‘por ser mala estudiante’, y ‘por ser sudaca’, señalan fuentes conocedoras del caso que dijeron”.

Patricia olvidó tildar el adverbio interrogativo cuando, que aparece sin portar el preceptivo acento ortográfico al inicio del párrafo décimo de su crónica y forma parte de la cláusula interrogativa indirecta: “Nadie sabe exactamente desde cuando (sic) estaba Naiara en casa de su abuelastra”.

Recomiendo encarecidamente a Patricia que no se venga abajo por esto. Todos los seres humanos, todos, sin excepción, tenemos algún día pésimo en nuestras vidas. Acaso le sirva este ejemplo. Al final de un episodio de la exitosa serie del afamado médico diagnosticador “House”, quien aspira a formar parte de su prestigioso equipo y es conocida por el sobrenombre de Trece, que ha cometido un error garrafal y le ha espetado a House “échame y no me des la charla”, este le refuta “si fuera a echarte, no te daría la charla”, poco más o menos (ese es el recuerdo que tengo del hecho, pero tal vez la cita no sea literal). Estoy convencido de que Patricia va a aprender de sus propios yerros y, asimismo, de que va a escarmentar en cabeza ajena. Ergo, sensu stricto, seguirá el sabio consejo que dio a cada (o todo) quisque Julius, “Groucho”, Marx: “Aprende de los errores de otros. Nunca vivirás lo suficiente para cometer todos tú mismo”.

Ángel Sáez García
[email protected]

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

Lo más leído