El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

La juventud es fuente de progreso

LA JUVENTUD ES FUENTE DE PROGRESO

“Oyendo los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa”.

Párrafo final de “La peste”, de Albert Camus.

Las/os jóvenes son progresistas y rebeldes por naturaleza. Solo en los pueblos donde hay jóvenes (o donde el espíritu colectivo de las personas adultas consigue mantener durante algún tiempo, al menos, el de las/os jóvenes —para atenuar, menguar o mitigar tal vez la ausencia de las/os mencionadas/os—) es posible identificar acciones, actitudes o comportamientos con las/os que las/os susodichas/os o sus supuestas/os sustitutas/os pretenden cambiar el estado de las cosas y de los casos para que estas/os mejoren en calidad y cantidad, y no estén abocadas/os a la asidua derrota o al fracaso habitual, signos inequívocos, cuando no de decadencia manifiesta, notoria, de muerte (aunque no sea todavía física). Solo las/os jóvenes son capaces de transformar el mundo (intentando mudar primero, claro está, su microcosmos más cercano o propio, su patio patrio). Lo contrario u opuesto, que otras/os verán como complementario de lo dicho, cabe aseverar de las personas mayores, de los viejos (ellas y ellos), quienes también por naturaleza, habiendo acaso olvidado que un día fueron jóvenes, son conservadores a ultranza, poco dadas/os o favorables a los cambios. Si las/os jóvenes actuales no hacen cosas de jóvenes, si no se comportan como tales ahora, tal vez no lo hagan nunca, por muchos que sean los años que vivan. Si las/os jóvenes no abaten o acaban con el injusto e inmundo mundo moderno, ¿quiénes lo harán? ¿Las/os viejas/os, a quienes hace la tira de años que se les pasó el arroz? Solo las/os jóvenes tienen los arrestos y las ganas para construir o edificar otro universo inverso, más horizontal y ecuánime. Esta es la razón por la que algunas/os gerifaltes de algunos gobiernos de algunas naciones del viejo continente dicen que no confían ni mucho, ni poco, ni nada (de nada) en las/os jóvenes, porque son (las/os tachan de) unas/os ácratas incontrolables. Quizá han olvidado que algunas/os de esas/os jerarcas fueron otrora jóvenes anarquistas que estaban, asimismo, en contra de toda autoridad, a favor de la libertad sin cortapisas.

No solo las/os jóvenes confían en las/os jóvenes. Quienes conocen (porque tratan) a las/os jóvenes también esperan mucho de ellas/os y del más que loable recorrido que pueden tener muchas de sus ilusiones, intuiciones, premoniciones o sueños. Hay jóvenes que son más responsables que muchas/os irresponsables mandamases adultas/os que no saben qué hacer con tanta responsabilidad como tienen entre las manos, pues comprueban, de manera fehaciente, cómo esta, como si fuera agua, se les escapa entre los dedos.

Las/os jóvenes huyen de la mediocridad, de la tibieza. Buscan ser, ora ardientes, ora fríos. Sueñan, debido a su entusiasmo inmarchitable, inacabable, con una sociedad de verdaderas/os ciudadanas/os cumplidoras/es (disciplinadas/os, pero no dogmáticas/os), empáticas/os, idealistas, radicales (partidarias/os de reformas extremas), solidarias/os.

Solo las/os carcamales aducen ese prejuicio de que las/os jóvenes son unas/os indecentes. Olvidan que entre las/os que han cometido el sinfín de delitos que persiguen los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad del Estado y han sido o van a ser encausadas/os por los jueces y magistrados (ellas y ellos) escasean las/os jóvenes. En las sociedades hodiernas, donde abundan varias legiones de personas golfas, que suelen ser las que se pasan de la raya, quiero decir, de listas, no se puede poner la mano en el fuego por nadie, porque corre una/o el riesgo de que en un pispás aparezca la susodicha no solo quemada, sino hasta carbonizada.

Todas las personas que el pueblo reputó un día (el que fuera) revolucionarias fueron jóvenes. Ahora bien, ¿han nacido ya las/os jóvenes que serán capaces de erigir esa sociedad verdaderamente fraterna, igualitaria y liberal (que aspiramos a ver más pronto que tarde) sobre los escombros de la sociedad capitalista? El devenir, como ocurre con el tiempo, esto es, el estado atmosférico, se puede prever, pronosticar. Hoy hay profetas (que gozan, además de esa condición u ostentan ese título en propiedad, de su inclinación natural o índole de poetas) que vislumbran claramente el futuro que nos aguarda a la vuelta de la esquina, a saber: que solo las/os jóvenes tendrán el ímpetu y los redaños de cerrar a cal y canto el cuarto trastero, donde permanecerá arrumbada y empolvada la inequidad, y abrir la puerta de la modernidad pura y dura, donde bullirá la justicia natural, y hará que las/os jóvenes y algunas/os viejas/os, hermanadas/os en contra del infortunio, gritemos y saltemos de alegría.

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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