El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Serendipia

SERENDIPIA

(HALLAZGO VALIOSO QUE SE PRODUJO DE MANERA FORTUITA)

“No estamos en este mundo para cumplir las expectativas de otras personas; ni las otras personas están para cumplir nuestras expectativas. Nuestra misión en este mundo es hacer lo bueno; sea esto o no la expectativa de quienes nos rodean”.

Don Jesús Ortega Romera, el profesor de Lengua y Literatura, nos había puesto un solo, pero arduo, deber para aquel largo puente de cinco días, fin de semana incluido, hallarle título al adagio judío que, según él, había sido extraído de una bolsa, en la que se habían insaculado varios cientos, por la mano inocente de un alumno suyo de la otra clase, Primero B, al azar.

Había leído no menos de cien veces el proverbio y sabía qué quería decir, pero no había logrado escribir una sola palabra, nada.

Ayer, sábado, por la tarde, como me empezaba a doler la cabeza, abrí la puerta y salí al balcón de mi habitación a tomar, al menos, un soplo de aire fresco; me apoyé en la barandilla y fijé mi vista en la fuente del jardín, donde por la boca del pez, un besugo marmóreo, no dejaba de surtir agua y un par de gorriones andaban abrevando en su redonda pila. Antes de que empezara a anochecer, dirigí mi mirada al cielo, como buscando inspiración y/o protección, pidiéndole a Dios que me echara una mano, y entonces me pareció atisbar o su anagrama, avistar, a Fújur, el dragón blanco de la suerte, cómo lo surcaba entre las nubes que no paraban de salirle al paso (tal vez, para darle la bienvenida, para saludarlo). Cuando pensaba, de veras, que pasaría otro día sin hallarle rótulo adecuado, apropiado, a la mentada sentencia, que ya empezaba a agobiarme, guipé cómo Fújur, con un simple guiño, me aconsejó (si colegí o interpreté lo correcto, que parece que sí) que tuviera esperanza y paciencia, y deseó, de todo corazón, que los hados me fueran propicios, como fueron, pues, al volver a sentarme en el sillón, el libro que estaba leyendo, “Recuerdos de otra persona” (1996), de Soledad Puértolas, fue empujado, sin querer queriendo, como solía decir el Chavo del Ocho, por mi codo y cayó al suelo. Quedó abierto por la página que me brindó inopinadamente el primer acto de la clave: “Porque se diga lo que se diga, los libros dan respuestas. Aunque no sean soluciones, aunque no sean definitivas. Respuestas instantáneas, luces que relampaguean en la oscuridad. Una hermosa frase, un pasaje de una novela, un verso: allí está, de pronto, la verdad. Y todo el sinsentido, y todo el desorden, se convierten, repentinamente, en belleza”. Estas palabras me llevaron, sin apenas esfuerzo, a otras, que recordé al instante, pues las había leído varias veces en “La historia interminable” (1979), de Michael Ende, que el mundo de Fantasía no tiene límites, así como el breve diálogo que le sigue, clarificador, entre Gmork, enorme lobo de ojos verdes, feroz y despiadado, que representa el mal, y Atreyu, a quien la Emperatriz encomienda el reto de hallar la panacea que cure la enfermedad que ella (y su imperio) padece:

“—¿Y por qué está muriendo entonces…?
“—Porque los humanos están perdiendo sus esperanzas y olvidando sus sueños. Así es como la Nada se vuelve más fuerte.
“—¿Qué es la Nada ?
“—Es el vacío que queda, la desolación que destruye este mundo, y mi encomienda es ayudar a la Nada.
“—¿Por qué?
“—Porque el humano sin esperanzas es fácil de controlar y aquel que tenga el control tendrá el poder”.

Cuando me levanté, asistí al segundo acto, definitivo, de la clave. Esta vez besó el suelo el DRAE, que suelo tener en el reposabrazos izquierdo del sillón. Acaeció tres cuartos de lo propio que había ocurrido antes con el ejemplar de Puértolas. Así que leí el significado de la dicción que había quedado señalada por la casualidad, esa combinación de circunstancias que no pude prever ni evitar, serendipia (“Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual”), y decidí colocarlo, con dos leves variantes, como subtítulo de dicho adagio.

Ángel Sáez García
[email protected]

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

Lo más leído