El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Mientras no haya independencia,…

MIENTRAS NO HAYA INDEPENDENCIA,…

“Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda”.

Mark Twain (Seudónimo de Samuel Langhorne Clemens)

Al parecer, hace ya varios meses de ello, a algún mandamás (mejor, “mandamal”) de Junts pel Sí (JxS) se le ocurrió la creativa y genial idea de convocar un concurso de burradas, despropósitos o sandeces entre quienes se tenían a sí mismas/os por acérrimas/os catalanas/es soberanistas (para ver si, a juicio de los miembros del selecto jurado conformado, de forma fehaciente, lo demostraban), cobraran o no un sueldo a cargo del erario. El plazo para poder presentarse al certamen aún sigue abierto. Pues, de otra forma, no se entienden las últimas declaraciones hechas por el cantautor Lluís Llach (a quien, tras jubilarse, le han brotado unas irrefrenables ganas o pertinaz vocación de servicio público, y se ha metido a fungir interinamente de político —mejor, politicastro—) en una conferencia organizada por Òmnium Cultural que él dio el pasado mes de marzo en Sant Sadurní d’Anoia, que han trascendido a los mass media: “En el momento en que tengamos la Ley de transitoriedad jurídica, esta obligará a todos los funcionarios que trabajan y viven en Cataluña. Por tanto, quien no la cumpla será sancionado. Se lo tendrán que pensar muy bien; no digo que sea fácil, al contrario, muchos de ellos sufrirán. Porque en los Mossos d’Esquadra hay sectores que son muy contrarios (…) Existe la posibilidad de que nosotros alcancemos la independencia, y, por lo tanto, la gente deberá pensarse muy seriamente qué actitud tiene ante una legislación catalana que, si llegamos a la independencia, le pedirá responsabilidades”.

Ignoro si Llach ha leído la producción poética de Luis Cernuda Bidón. Si todavía no lo ha hecho, le recomiendo encarecidamente la lectura de “La realidad y el deseo”. Si ya la leyó, le aconsejo, su relectura, aunque tal vez sobre o valga con que se fije en el rótulo que puso a su poemario en 1936 (y luego, paulatinamente, fue acreciendo) para salir airoso del brete o trance. O sea, en plata, que una cosa es lo que es y otra lo que alguien desea que sea, a la pata la llana, que conviene distinguir la verdad pura y dura de lo anhelado o soñado.

No sé por qué, pero no es la primera vez (barrunto que no será la última) que me pasa lo mismo, que alguien me parece una persona juiciosa, sensata, hecha y derecha mientras ejerce las labores o tareas propias de su profesión, la que sea, y, por alguna ignota razón que no acierto a hallar o descubrir, cuando entra en el ámbito de la política, se entontece hasta límites inopinados, esto es, deviene un desconocido gilipollas.

Si usted, atento y desocupado lector, sea hembra o varón, ha llegado en su lectura hasta aquí, pruebe a seguir pasando su vista por la décima que he titulado con su cuarto verso, “Si suyo es todo el poder”, y, a modo de epítome de cuanto he expresado arriba, he elaborado mentalmente como pertinente y/u oportuno colofón. Acaso le agrade recitarla en alto tanto como a mí, su seguro servidor de usted, me ha petado componerla:

Llach, hasta más no poder, / amedrenta, coacciona, / amenaza y condiciona: / si suyo es todo el poder, / ¿no dejará de joder / a quien de su parecer / (no te podrá apetecer / tener otro, el propio, el tuyo) / disienta? ¿Le espera el trullo / o algo peor, perecer?

Adenda

Había dado feliz remate con los diez versos octosílabos de la precedente espinela a mi texto cuando me he enterado de que el molt honorable president de la Generalitat Carles Puigdemont aprovechó la sesión de control al Govern en el Parlament para hacer una apología de Lluís Llach, que mereció, a su vez, una ovación por parte de los diputados partidarios de la independencia de Cataluña. Por lo que colijo, Puigdemont también pretendía participar con una sinrazón de su propia cosecha en dicho concurso y, con ese y no otro propósito, haciendo un derroche de cinismo a ultranza, le hurtó a la musa que acertó a pasar por donde él se hallaba su última ocurrencia y dio en alegar esto (sic): “Supongo que no sugiere que este Govern mire hacia otro lado cuando un servidor público no haga caso de las leyes que están vigentes”. O sea, sin rodeos ni circunloquios, la paremia española que dice de esta guisa: consejos vendo y para mí no tengo. Hay que ser un desvergonzado de tomo y lomo para salir a la palestra por peteneras, pues esas y no otras palabras las profirió quien, junto con sus conmilitones o correligionarios, se quiere pasar, en rigor, por el forro de sus caprichos la legalidad en vigor.

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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