El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

El escrache es estupendo

EL ESCRACHE ES ESTUPENDO

Anteayer me llamó mucho la atención que los cuatro diarios de papel de la capital, de ámbito y tirada nacional, El País, El Mundo, ABC y La Razón, escribieran sendos editoriales por el asalto y la ocupación que una treintena de miembros de Arran, organización juvenil afín a la CUP, intentaron a la sede barcelonesa del PPC, sin embargo, eso mismo no sucedió con los dos grandes periódicos de la Ciudad Condal. Ignoro los porqués no le dieron la misma importancia al reprobable escrache los directores de La Vanguardia y El Periódico. Me resultó llamativo y sintomático el proceder, por el desmarque al unísono, de los susodichos; esa es la verdad, lo que yo entiendo por mi verdad.

Abundo con lo que dice en el primero de sus párrafos el editorial de El País, que “todas las ideas han de poder expresarse en libertad”. Y con lo que añade a continuación, que “resulta muy preocupante que intenten utilizar la intimidación para hacer valer sus posiciones y asusta imaginar de lo que serían capaces si tuvieran la más mínima posibilidad de tener éxito en sus pretensiones”.

Coincido con el pensamiento que recorre el editorial de El Mundo, pero discrepo abierta y públicamente de la idea que lo encabeza, esta, que “la democracia exige respetar todas las opiniones”. He de decir (escribir, en este caso) que no concuerdo ni mucho, ni poco, ni nada (de nada) con dicho parecer. La democracia lo que sí permite es que esas ideas puedan expresarse, como sostiene el editorial de El País. Lo de respetarlas, eso en concreto, ya es harina de otro costal. Y es que solemos repetir hasta la saciedad la gran necedad de que todas las ideas u opiniones son respetables, sin darnos cuenta, en verdad, de la barbaridad que soltamos. Quizás esto ocurre así porque no tenemos suficientemente claro, cristalino, lo que debería quedar palmario o patente y sentado: que lo que se ha de respetar en todo momento y lugar, o sea, siempre, es el hombre, el ser humano, la persona, y su facultad de pensar y expresar lo pensado. Ahora bien, lo que puede salir del caletre y por la mui o la péñola de alguna/o puede ser lo más idiota (y nadie, ni siquiera usted, atento y desocupado lector —sea ella o él— ni tampoco servidor, por supuesto, estamos libres de ello), lo más imbécil, lo que sería estúpido, a todas luces, que fuera, al menos intelectualmente, respetado. Lo que sí hay que hacer con lo sandio es objetarlo y argumentarlo, quiero decir, hacer ver al otro (u otra) qué nos ha llevado a considerarlo así y contradecirlo con razones de peso para que no vuelva a ser sostenido por otra/o sin escarnio. Pondré un ejemplo. Los miembros de la susodicha Arran, que fuera del local del PPC profirieron gritos a favor de la independencia, el socialismo y el feminismo, sostuvieron la idea de que “sin desobediencia no habrá independencia”, lo que no hallo cuestionable y merece mi respeto, sin ambages. Ahora bien, ¿lo merecen estas otras palabras que también adujeron, que “no pediremos permiso ni tampoco perdón; estamos dispuestos a defender por todos los medios la autodeterminación?”. Pues no. ¿Se habrán dado cuenta ya de la sandez manifiesta que dijeron, de que, en el hipotético caso de que aún sigan sosteniendo contumazmente lo mismo, defienden como axioma apodíctico lo que, en sentido estricto, no es más que un mero sofisma, que el fin justifica los medios? Daremos tiempo al tiempo. Esperaremos. Veremos.

Hoy, miércoles, 29 de marzo de 2017, acabo de leer en la página 20 de Diario de Noticias el magnífico requiebro que le echó ayer la cupera Anna Gabriel al portavoz de Sí que es Pot Joan Coscubiela por discrepar este de la opinión, perspectiva o punto de vista de la anticapitalista y antisistema, o sea, por apoyar la declaración de condena (a la que se sumaron todos los partidos, excepto la CUP) que el PPC había solicitado en el Parlament tras padecer el escrache la víspera por parte de Arran, los alevines o cachorros de la CUP, a su sede en Barcelona: “No me vuelvas a dirigir la palabra; sois unos fachas”. Así, con un par… de sinrazones. ¿Acaso creen las/os ilusas/os (no todas/os, solo las/os ilusas/os) de la CUP que se puede convencer a alguien sin cumplir la conditio sine qua non de aducir argumentos irrebatibles o irrefutables, de peso? ¿Acaso creen, a pies juntillas, que usando (mejor, abusando de) la intimidación, con la sola pretensión (acompañada, de momento, de una violencia de baja intensidad) de infundir miedo, va a mudarse por arte de magia la ideología de las/os contrarias/os u opuestas/os? ¿Qué harán cuando alguien les recuerde los tres versos endecasílabos (“No he de callar, por más que con el dedo, / ya tocando la boca o ya la frente, / silencio avises o reclames miedo”) que inician la “Epístola Satírica y Censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita a don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, en su valimiento”, de Quevedo, pasar a la violencia de alta intensidad para lograr sus fines?

Si has llegado hasta aquí, atento y desocupado lector (seas ella o él), acaso no te moleste leer en un santiamén el colofón, los diez versos de que consta la décima dialogada con y en la que este menda ha intentado concentrar la idea que recorre de arriba abajo, de manera transversal, este texto:

—El escrache es estupendo / Cuando el escrachado es otro, / Como sostiene Otramotro. / Porque, al contrario, es tremendo. / Cuando lo aduzco ¿te ofendo?
—“Aquí sin desobediencia / Jamás habrá independencia” / A voz en cuello proclaman / Quienes lo suyo reclaman, / La presunción de inocencia.

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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