El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CCCIX)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CCCIX)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

No te falta razón en cuanto aduces.

Este fin de semana me he concedido fiesta; que, de vez en cuando o, en su defecto, de cuando en vez, me viene estupendamente para descansar y desconectar mi mente de tener que seguir escuchando y/o leyendo también durante el “finde” a tanto demente (incluyo entre los varios que agavilla o arracima ese “tanto”, que conste, al que suelo encontrarme por las mañanas enfrente, antes y después de asearme, en el espejo de mi cuarto de baño) como uno halla por doquier, aunque no trabaje de loquero, quiero decir, de psiquiatra.

Espero y deseo que ayer todo fluyera de lo lindo, sin contratiempo, antes, durante y después de que acaeciera la celebración familiar por el feliz hecho que os juntó.

¡Cuánta razón tienes, amigo y deudo, en lo que aduces! Con qué pocas palabras has logrado retratarla, pintar el cuadro al que le cuadra titularse de esa guisa, “Dictadura”. En una dictadura, aunque el dictador sea blando hablando, lo primero que se le esconde al conde, oculta a la persona culta o secuestra a los ciudadanos es la verdad. Por tanto, lo primero que se les impone a los susodichos es la más pura y más dura de las mentiras, que se vea o aparezca publicado solamente aquello que le interesa que se sepa al que manda y comanda.

Revisa tus notas. Acaso hayas querido hacer referencia a Blas de Otero (que pedía la paz y la palabra y, sin objeción, se le concedía) y no a Jorge o a Nicolás o a otro poeta de distinto nombre que coincida en el apellido, Guillén.

En el supuesto de que hayas errado, no te flageles o martirices, porque todos los seres humanos, todos, sin excepción, aunque nos hayamos autoimpuesto hoy, mañana y/o siempre como objetivo ineludible acertar, nos equivocamos.

Celebro y, al mismo tiempo, lamento (una pura contradicción, sí, señor, sin ninguna duda) “tu fiasco tras hacer las solidarias y oportunas gestiones en la sede del fisco”. Procuraré argumentarte la paradoja a continuación. Me agrada y disgusta que la declaración de la renta te haya salido a devolver, porque me alegra que no hayas tenido que apoquinar al fisco (intuyo o sospecho que la Agencia Tributaria o Hacienda ya se había ido quedando, mensual y prorrateadamente, con la parte correspondiente con antelación), pero me entristece la hache que has colocado de más. Como sabes, la susodicha es muda, pero, cuando aparece fuera de sitio, canta un montón; que es muy llamativa, vaya; o, si lo prefieres, que porta una llama tan viva, que quema, pues la misma es abrasadora, urente.

Tus “patrañas” (eso, al menos, deduzco, que me puedo equivocar) aquí no son ni engaños ni relatos, sino que deben ser unos pocos ahorros a plazo fijo o unas acciones de… (la empresa que sea, cotice o no en bolsa) o unas tierras.

Que tu francés, en el supuesto de que te toque a ti hacer hoy el examen oral, sea el mejor. Y que el discurso, de entre ocho y diez minutos, te salga como si lo hubiera escrito, firmado y rubricado el autor de esta frase (“el alma tiene ilusiones, como el pájaro alas; eso es lo que la sostiene”), que durante la presente semana anda rondándome la cabeza, Victor Hugo.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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