LO EVIDENTE Y LO ENSOÑADO
Debo la frase que encabeza este texto al vate (poeta y profeta) Luis Cernuda Bidón (quien, por cierto, para rematar su extraordinario e inmarcesible poema “Si el hombre pudiera decir”, escribió los tres versos con los que, en el caso o supuesto de que el abajo firmante, aun moribundo, estuviera consciente, gustaría despedirse de su amada dama, en la hora fatal, cuando Átropos hubiera decidido cortar el hilo de su vida: “Tú justificas mi existencia: / Si no te conozco, no he vivido; / Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido”), que reunió la obra poética que había trenzado hasta entonces bajo el título global de “La realidad y el deseo” (1936). Esos dos susodichos vocablos, realidad y deseo, hacen inconcusa referencia y/o son los ámbitos que resumen, a grandes rasgos, el conflicto existencial en el que vivió durante una buena parte de su vida.
Está claro que las personas diferenciamos lo público y notorio, lo que hay, lo evidente, y que, de modo incontrovertible, es real, de lo que anhelamos, lo ficticio, lo soñado, ora estando dormidas, ora estando despiertas, que, contradiciendo lo que muchas creen a pies juntillas y así lo expresan, a pesar de los pesares, también lo es, real.
A veces, solo a veces, recuerdo lo que he soñado. Es lo que me ocurrió, verbigracia, la madrugada del domingo pasado, que me desperté habiendo escrito en sueños una décima/espinela. Como la recordaba con fidelidad, para que no se me olvidara, la pasé inmediatamente a mi libreta (este procedimiento es el lógico y normal en quien hace muchos años, servidor, agrupó los siguientes versos bajo el título de “Romance del verbadebelado”: “Literato naufragado, / Cuentacuentos con aletas, / Mideversos con espinas, / Con escamas juntaletras, / Verbarrendido entre peces, / Pecios y otras truculencias / No es el que a pique se ha ido, / Sino el que no halla libreta / Donde verter lo ocurrido, / Ni halla paz, ni puerto encuentra”). Mi confesable anhelo era que en Vistalegre II Errejón le ganara el pulso que le había echado a Pablo Iglesias, por eso mi inconsciente trenzó lo que trenzó, el poema que el atento y desocupado lector (sea ella o él) puede leer abajo, como colofón a este texto, pero a las pocas horas hizo su aparición el tío Paco con la rebaja, desbaratando lo que mi subconsciente había escrito en sueños:
¿IGLESIAS? ¡QUÉ GRAN SOFISTA!
“Yo creo que voy a ganar”.
Pablo Iglesias Turrión
—No hubiera tenido precio
Como sofista “el Coletas”.
En descaro las soletas
Quedado detrás del necio
Hubieran, urdido recio.
—En la Grecia de Tiresias
Y de Calcas Pablo Iglesias,
Como augur, se hubiera muerto
De hambre, salvo que en su huerto
Hubieran brotado fresias.
Ángel Sáez García
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