El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CCXC)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CCXC)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Hace una década, escribí un texto a propósito de cómo urdía Otramotro un artículo de opinión. Por la razón que fuera (no viene al caso —puede que, entre las diversas varillas u opciones que me brinda el abanico abierto, no se halle la que, al final, he elegido, que hoy no me pone ni quiero mentir, o porque no la recuerdo con certeza o porque, sencillamente, la he olvidado— referirla, ni aun con brevedad), lo volví a leer hace unos meses y, tras comprobar la vigencia (conviene que se advierta la ironía) del mismo, me reí a mandíbula batiente cuando llegué a su colofón, donde, poco más o menos, decía esto: mientras que el apodíctico genio no encuentra razones para hablar a los legos de sus hipótesis científicas de trabajo (en el texto aludido tomaba como autoridad a Albert Einstein), el necio no halla motivos para callar sus sandeces. Y es que en ese susodicho sandio me vi a mí mismo retratado. Qué risa, sí.

“A mandíbula batiente” (o, si lo prefieres, a carcajada tendida) fue la locución adverbial de la que surgió la espinela que comentas y, como homenaje es palabra mayor, al menos, como guiño, decidí que apareciera también en el título, que la encabezara.

Yo necesito leer todos los días a otros autores por la sencilla razón de que muchas mañanas en mi mente no encuentro simiente que cause, ocasione u origine ideas sobre las que trenzar nuevas décimas. O sea, que uno de esos que menciono, que tiene nieve en sus sienes y carece de simiente en su mente, es, precisamente, acertaste, diste con tu dardo o flecha de lleno en el blanco o centro de la diana, servidor, Otramotro.

Dentro de un rato, cuando me halle en el Centro Cívico “Lourdes”, porque ya he cumplido con creces el tiempo de uso de ordenador asignado a cada usuario en la biblioteca pública, le echaré un vistazo al decálogo que has hecho, a ver si me deja satisfecho o maltrecho, hecho unos zorros.

No sé si ha sido así, como afirmas, a bote pronto, como se te han ocurrido las diez ideas de tu decálogo. Pero, como de esa guisa, sobre la marcha, a mí (con asiduidad) me suelen manar los diez versos de mis consabidas décimas (la distancia literaria que más y mejor me cuadra), aunque he dudado, lo reconozco, que fuera verdad, he decidido, por haberme brotado un pensamiento tan cicatero, dejar de hacer tal cosa en un pispás y creerte a pies juntillas.

1.- Eso es como aseveras. Y acaso baste con aducir, como ejemplo incontrovertible, el reciente y fallido debate de investidura (para algunas/os, sarcásticas/os, de “desvestidura” o “investiblanda”).

2.- Si cambias “populacho” (noto en el vocablo cierta carga despectiva o peyorativa) por “pueblo”, no objetaré nada de tu segundo pensamiento. El político echa mano, como el literato, de la ilécebra (fundamento de la literatura —recuerda que su significado es “halago engañoso, cariñosa ficción que atrae y convence”—, en sus diversas expresiones).

3.- Ese es el fundamento de la ironía (en su variopinta gradación).

4.- Acepto la crítica (la doy por ajustada y bienvenida), ahora bien, dilecto amigo, si solo usáramos quinientas palabras para comunicarnos (como en la actualidad, al parecer, por la ley del mínimo esfuerzo, hacen muchos jóvenes), qué ocurriría con el rico acervo lingüístico del español, qué; pues que, pasado un tiempo, siempre que no hubiera cambio o muda de actitud, irremediablemente (mira que es adverbio endiablado), se perdería.

5.- Sí; o, al contrario, para hacer unas risas; por eso mismo.

6.- Sí; así está o queda contestado en el anterior.

7.- Si sabe codificar y descodificar mensajes por gestos o en el lenguaje de signos, no, evidentemente.

8.- No encuentro razón con la que refutarte.

9.- Pues, sí, también. Unas veces escarmentamos en cabeza propia y otras en testa ajena.

10.- Como si se tratara de un círculo vicioso, que no virtuoso, vuelvo al inicio, a la razón que he usado en el primer punto de tu decálogo.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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