El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CCLXXX)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CCLXXX)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Ayer comencé a leer “El balcón en invierno”, de Luis Landero. De los dieciocho capítulos de que consta el texto, solo leí los dos primeros, prometedores, con las cualidades especiales suficientes para lograr lo que otros lectores (ellas y ellos) críticos advirtieron que iba a ocurrir con el mentado libro mucho antes que yo, triunfar. En la página 28 (del número 838 de la colección Andanzas, de la editorial Tusquets), que corona el primero de ellos, verbigracia, me di de bruces con mi etopeya, quiero decir, que me vi, casi, casi, mutatis mutandis, retratado (en lo tocante a mi carácter, índole y hábitos). Transcribo el antepenúltimo párrafo de la citada página a continuación, porque recoge varias de las ideas que, asimismo, contiene tu escolio: el cómo llegaste a adquirir la condición de poeta (fingidor y/o fungidor), el canto de “vamos a contar mentiras, tralará” yendo de viaje en autobús para celebrar el fin del curso académico: “Porque, si abandonas la novela, me dije, ¿qué haces? Es decir, ¿qué escribes? Porque no sabes vivir sin escribir. No sabes. ¿Algo de tu vida, quizá de cómo la fantasía y el lenguaje fueron arraigando en tu alma hasta que, casi sin darte cuenta, te convertiste en poeta, allá en la adolescencia? Pero eso, ¿será más fuerte y auténtico que la pura ficción? Vamos, vamos, ¿desde cuándo lo vivido, en literatura, es garantía de la verdad? ¿Y hasta qué punto el carácter imaginario de la memoria, y tu afición a la inventiva y al embuste, no te llevarán fatalmente hacia el derrotero de las patrañas novelescas? Con razón, ya de pequeño, todos decían de ti: Pero ¡qué mentiroso es este niño!”.

Las condiciones para que se promueva la cultura, como para que se impulsen la libertad y el amor, pueden heredarse, sin duda, pero han de conquistarse a diario. Ignoro si Landero escribirá más adelante de lo que he esbozado en el arranque de este parágrafo, pero volveré a echar mano de uno de mis maestros preferidos, don Miguel de Unamuno (razón, por cierto, de mi seudónimo, Otramotro) y Jugo, para recordar lo que él dijo y dejó escrito, por si sus argumentos (irrefutables, para mí), asimismo, te sirven: “La libertad no es un estado, sino un proceso; sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe. Sólo la cultura da libertad. No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamientos. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura. Sólo la imposición de la cultura lo hará dueño de sí mismo, que es en lo que la democracia estriba”.

Si no cumples ninguna de las tres condiciones sine qua non de Arthur Schnitzler (por cierto, hay otra frase suya que recuerdo, porque también me llamó sobremanera la atención cuando la leí y, tras reparar en su apodíctica enjundia, la releí y me molesté en fijar en la memoria, esta, “tolerancia significa disculpar los defectos de los demás; tacto, no reparar en ellos”), pero consideras que disponer de una, de dos o de las tres podría ser crucial para ti, para sacarle todo el jugo a la vida, convendría que te esforzaras en adquirir, si no las tres, dos o, al menos, una.

Vaya por delante que todos los seres humanos habidos hasta el día de la fecha erramos, todos; aquí la regla no admite excepción.

Si me hubieras hecho caso alguna vez y hubieras visto “Atrapado en el tiempo”, seguramente, me hubieras ahorrado este párrafo, porque habrías asistido a la explicación y valorado el didáctico ejemplo que aduce en la bolera uno de los personajes del filme al protagonista del mismo, que viene a decirle a Phil Connors (Bill Murray), que él, el hombre del tiempo del canal 9 de la PBH, puede que sea una de las personas que ven el vaso medio vacío. Que si fuera de las que lo ven medio lleno, quizá otro callo le cantaría. Acaso a ti te ocurra tres cuartos de lo mismo. Y, siendo coherente, tal vez, deberías dejar de lado o cepillarte tu yo pesimista y abrirle los brazos y darle la bienvenida a tu yo optimista.

Rita (Andie MacDowell), tras contarle Phil lo que le ocurre, le viene a decir que acaso no sea tan malo lo que anda viviendo y reviviendo, “el Día de la Marmota”, que quizá aún no ha visto el lado positivo a lo que le pasa.

No sé a quién pertenece esa frase que recoges en torno a las lágrimas derramadas, pero me ha hecho recordar una del premio Nobel de Literatura en 1913, Rabindranath Tagore: “Si lloras porque no ves el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”. Completando y/o complementando lo que dejó escrito en letras de molde el poeta bengalí, acaso no convenga olvidar lo que aseveró Pitágoras: “Economizad las lágrimas de vuestros hijos, para que puedan regar con ellas vuestra tumba”.

El capítulo tercero de “El balcón en invierno”, de Luis Landero, arranca con las líneas que siguen: “A veces me pregunto por qué caminos, por qué atajos, por qué oscuros designios del azar he llegado yo a ser escritor. ¿Por qué?”.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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