EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CCLXXIV)
Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:
A mí tampoco me apetece. Lo que tenía que trenzarle ya ha quedado urdido. Otras y otros se encargarán de (o volverán a) recordarle que no hizo (ni mandó hacer) lo que debía, su trabajo, echar del partido a cuantas/os con su comportamiento, que no miento, venable; con su manera, modo u orden venal de portarse o gobernar sus actos; con su proceder vendible, lo corrompían, dañaban, deterioraban y/o andaban pudriendo.
Haces bien en ejercitarte. Así es como acostumbra a brotar el avance o la (r)evolución en ciencia. Así es como suele nacer o surgir la obra de arte.
Que Estrella vuelva a fulgir; que su rostro refleje alegría y satisfacción por el paulatino alivio de sus achaques y/o sus dolencias.
Sin el propósito de competir con la décima que has urdido tú (sigue trenzándolas y, conseguirás lo que, velis nolis, le acaece a servidor, que algunas te satisfarán un montón por lo que dicen o por cómo lo dicen), te adjunto aquí y a cuantas/os nos lean hoy, mañana, o cuando sea, la que acabo de componer, sobre el mismo asunto, para tu solaz y el de los habituales o esporádicos lectores de nuestras letras.
ME CASÉ CON LA VERDAD
“Amicus Plato, sed magis amica veritas” (“Platón es mi amigo, pero más amiga es la verdad”).
Locución latina atribuida a Aristóteles
Ignoro qué le ha pasado
A quien a Raquel defiende.
Si no quieres que me enmiende,
Como sabes que casado
Está en nada este versado
Con la verdad absoluta,
No la vuelvas disoluta,
Al susodicho no drogues
Y por él no me interrogues.
Seguirá limpia, impoluta.
Te saluda, aprecia, agradece (encarga —en medio del tercer y cuarto verbo de que consta su proverbial, por habitual, despedida— que le des un nuevo ósculo a la Estrella ingresada) y abraza
Ángel Sáez García
[email protected]