El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CCLXIX)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CCLXIX)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Te agradezco mucho, de veras, los adjetivos laudatorios o piropos que contiene tu ditirambo, el selecto ramo de flores que me echas, pero ya sabes que tiendo a huir de la alabanza excesiva, del encomio exagerado, como de la pestilencia más nauseabunda. Seguramente, no has olvidado qué pregunta pone en boca de Federico Cuadrado don Miguel de Unamuno de Jugo en su novela “Abel Sánchez”: “¿Contra quién va ese elogio?”.

Con “Coplillas saca mi noria” pretendía rebajar la dimensión (por su lata extensión) y la tensión de la loa. Acaso haya cometido un sacrilegio al echar agua o, en su defecto, gaseosa al vino (tal vez, un rioja reserva).

Ya ves; no me he sentido ofendido (sino halagado) por ti, pero (entiende mi insistencia) sigo rechazando, porque me produce urticaria, tu panegírico. No es mi propósito molestarte, sino, simple y llanamente, ser sincero en cuanto aquí y ahora te urdo.

Quizá convenga hacer lo que propones (una vez te has instalado en esa misma línea que sirve de frontera para separar las burlas de las veras), siempre que sea de necesario cumplimiento, que no miento, este inexcusable requisito, que los jóvenes escarmienten en cabeza propia o ajena, quiero decir, aprendan de los errores, o de los horrores, cometidos por ellos mismos o por otros.

A mí me gusta recordar, cada vez que sale a relucir en una conversación o debate el asunto o tema de marras, qué adujo Johann Christoph Friedrich von Schiller, “solo aquellos que tengan la paciencia de hacer a la perfección lo trivial podrán adquirir el hábito de ejercer lo difícil con facilidad”.

Qué contrasentido o paradoja, ¿verdad? El principio o valor de la solidaridad mueve a varios bomberos a actuar y, tras llevar a cabo su labor humanitaria, se lo agradecen de esta equivocada e injusta manera, siendo enchironados. Pasados unos días los liberan, los sueltan pero, al mismo tiempo, les piden hacer frente a una fianza de cinco mil euros a cada uno de ellos. Si las cosas siguen así, por idénticos derroteros, ¡cuántos decidirán quedarse en casa!, porque fuera de la tal, cómoda, solo hallan líos. Ergo, ¿para qué molestarse?

Acaso hoy, festividad de san Antón, convendría rememorar una de las frases que la tradición le adjudica al cínico Diógenes de Sínope, quien, a pleno día, andaba buscando por las calles a un hombre honesto con una lámpara encendida: “Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro”.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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