El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CCXXXVI)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CCXXXVI)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

El soneto viene a decir unas cuantas cosas. Entre las que están claras, cristalinas (al menos, para mí), cabe señalar varias, las siguientes:

Puede que la persona que tenemos o tomamos (porque lo cierto es que solemos colocar o meter a las personas en compartimentos estancos, a fin de clasificarlas) por un tímido recalcitrante, un encogido redomado, un día se suelte el pelo y nos sorprenda grata o ingratamente, haciendo lo que nunca hubiéramos intuido o sospechado que haría (como sabes, para Platón —cuyo verdadero nombre era Aristocles— el asombro es el acto de maravillarse que abre el espíritu al misterio del origen divino de lo inteligible; para Aristóteles es lo que hace progresar la ciencia y saborea el sabio).

Tres cuartos de lo mismo puede acaecernos con el mojigato, que, yendo harto de alcohol, verbigracia, es susceptible de que se quede en bolas.

A veces dilapidamos tiempo y trabajo buscando qué nos puede hacer felices, y que, acaso, una vez hallado, puede desaparecer o difuminarse en un santiamén, en lugar de aprovecharnos de lo que tenemos a nuestra entera disposición y no requiere apenas esfuerzo. Como dijo Ralph Waldo Emerson, “el éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene”.

Y, por último, lo que a unos cuerpos y/o unas mentes les sirve puede que a otros/as no. Por mucho que insistamos, eso va a seguir siendo así.

Bendito el humor que gastas para parir algunos de tus comentarios, con el que los gestas (porque a mí, al menos, el grueso de los que alumbras me gusta), pues ellos dan pie a mis escolios o apostillas. Aprovecharé el hisopo con el que has asperjado tus líneas para rociar las mías.

Qué concursante se ha perdido el “Un, dos, tres”. Hubieras hecho un estupendo papel.

De la Venecia pequeña, Venezuela, de otrora queda poco. Si un día anduvo en sazón, madura, desde que llegó al poder Maduro, la llaman Malezuela.

Así es: “Por el interés te quiero, Andrés”, dice e itera (el eco) a quien quiere oír dicha paremia en español.

El asunto de la finada Asunta se está dirimiendo en un tribunal con jurado popular. Veremos qué depara el proceso. El caso (sobre el ocaso) de Andrea es distinto. Estoy convencido de que nadie quiere a la niña, de doce años, que padece una enfermedad degenerativa, más que sus padres. Hagamos todo lo que esté en nuestras manos para evitar que Andrea sea rea de la mala praxis médica y padezca otro dislate, otro (mira —mejor, escucha— qué mal suena) “encarnizamiento terapéutico”.

Ciertamente, entre el blanco y el negro hay una inmensa gama de grises.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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