El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CCXXIV)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CCXXIV)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

La otredad es algo que persigue el autor (de novelas, cuentos, tragedias, comedias, poemas,…), se apellide Cervantes, padre de Sancho Panza, don Quijote y Dulcinea del Toboso, o Pérez, o Sáez, o Avellaneda. El altruismo, empero, tiene que ver con la empatía, de quien es su renuevo o retoño.

Solo quien consigue conocer a los demás y conocerse a sí mismo y ser él mismo (ella misma), de manera auténtica, logra desdoblarse y ser otro/a/s, las/os otras/os, que lo/a completa/n y/o complementa/n.

El próximo sábado, 29 de septiembre de 2015, hay concierto donde sabes, en el cíber-café “Praga” (ergo, no podré contestar tus escolios hasta el día siguiente, según lo acostumbrado, siempre que no haya inconveniente). Están ensayando en estos precisos instantes, mientras estoy dando cumplida respuesta a tus líneas. No lo hacen mal.

La tuya es otra forma distinta (igualmente válida) de ver el tema, otra perspectiva sobre el mismo asunto en cuestión. Mi amigo Evaristo, que es, al alimón, buido y listo, me suele decir que el amor es un bien perecedero. Lo viene demostrando un día sí y otro también el divorcio, que no cesa, como el rayo de don Miguel Hernández. Ya ves, son legión las/os que dijeron que nunca, jamás, beberían agua de uno de los ocho caños de la fuente del divorcio y hay quienes se han amorrado dos y hasta más veces.

Al segundo y último terceto del famoso soneto que urdió don Francisco de Quevedo y Villegas y que alguien, que no fue él, no, tituló “Amor constante más allá de la muerte”, le sobra el “Un” del duodécimo verso (se te ha colado) y, como sabes, hay diversas variantes de esos tres inmarcesibles y postreros versos, tres.

Rocío las líneas que siguen con un hisopo (que contiene un humor) parecido al que has usado para asperjar las tuyas.

Pues si el tajo (o quien/es estaba/n en él), donde no bailas la jota, no te ha dicho bienvenido, bienhallado o bienhadado ni te ha entregado un ramo de flores, acaso no haya caído como debiera el dado, por una mera cuestión de azar. Queriendo, voluntariamente, he llevado a cabo una digresión filológica mientras deambulaba peripatéticamente por una mediada avenida, seis calles completas y un paseo y medio.

Ojalá así sea. Y, completando lo dicho por Apio Claudio, “el Censor”, Dios quiera que todos intentemos ser arquitectos, escultores y/o pintores de nuestro propio cerebro.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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