El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CCXI)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CCXI)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

La primera respuesta que he urdido (y dado) a tu primer comentario la he eliminado, desechado, borrado. Me ha parecido mejor la segunda, que he logrado concentrar (siguiendo la proverbial recomendación de uno de mis maestros predilectos, Baltasar Gracián) en las pocas líneas que contiene el párrafo que sigue.

Está claro, cristalino, que el “cornagués” de mi décima eres, sin ninguna duda, tú, Jesús, mi confidente aquí, en el blog de Otramotro, que ambos tanto frecuentamos, y en otros lares o lugares. Cuando empecé a trenzar con cierta regularidad textos (de todo jaez —muchos de ellos aún inéditos—), me brotaron o nacieron las ganas de ser conocido y hasta reconocido por los santones de la crítica y el público. Me temo que ahora lo que me surge y/o surte, ¡qué suerte!, es todo lo contrario u opuesto. Diré más; considero que a quien daría un susto de muerte es a mí mismo, si algún día el menda, servidor, llegara a ser reputado por alguien ese “ser preclaro”. ¡Con lo feliz que uno vive, casi, casi, en el anonimato!

En lo tocante al segundo de tus escolios, he de escribir que, ciertamente, hay días y días. No siempre estamos igual. Ya sabes que lo físico influye en lo psíquico y viceversa. Hoy, por ejemplo, no he saboreado ni el café cortado que suelo tomarme en “La esquina”, el bar de costumbre, ni le he sacado todo el provecho (que podía extraerle) a la lectura del DDN (Diario de Navarra). Pero, al menos, he logrado hallar en el citado periódico, mutatis mutandis, una variante del axioma que adujo hace casi dos milenios Plinio el Viejo: que no hay diario (libro —dijo el tío de Plinio el Joven—), por malo que sea, que no contenga algo bueno. Aunque John Maxwell pudo proferir o trenzar, como en el arriba mentado se recoge, que “la vida es el 10% de lo que me ocurre y el 90% de cómo reacciono ante ello”, he acudido a Google para encontrar refrendo. El proverbial buscador insiste en convencerme con el mismo argumento irrefutable: el autor de dicha frase es Charles Rozell, “Chuck”, Swindoll.

A ver si puedo aprovechar unos minutos en el HRS para urdir los versos que compongan una espinela. Me acabo de poner a ello (a partir de los renglones que arrancan el párrafo precedente) y ya la he compuesto. La he titulado de esta guisa, “¿Qué le digo a mi can, Chien?”.

Te consta que es la realidad (de cada día) la que abastece o suministra al literato de asuntos, casos, cosas, cronotopos y personajes que le sirven para (re)crear sus ficciones. Si la susodicha décima la archivé, además de en otros sitios, en Sueños y Ficciones, es que, sin duda, se trata de un/a tal, pero, asimismo, con total seguridad, cabe y cuadra aseverar que hubo un hecho (o varios sucesos) desencadenante, oído o leído (escuchados o vistos), que propició (facilitaron o me empujaron a) que urdiera la que comentas con brevedad. Habrá quien sostenga que no es una décima, sensu stricto, sino una “no(ve)na”. Tengo para mí que se trata de lo primero, si tenemos en cuenta (o tomamos en consideración) que la firma del supuesto autor de la misma es el décimo verso de la espinela.

No te falta razón en cuanto aduces. En este mundo inmundo hay muchas/os niñas/os necesitadas/os de cariño que, por prejuicios (como dejó escrito en letras de molde Albert Einstein, “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”), opiniones sin pies ni cabeza, no tienen padres ni madres adoptivos/as que las/os acogerían, de buena gana, con los brazos abiertos, en sus casas.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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