El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CCIX)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CCIX)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

¿Qué me impulsó a escribir la décima “Va de la “fatwa” falaz / que dictó un muftí caníbal”, que, de forma tan original, comentas? Como aduzco en el par de párrafos que anteceden a la misma, lo primero, sin (ninguna) duda, fue haber leído el artículo que firma Martín Caparrós en EL PAÍS SEMANAL; lo segundo, tal vez, sostener la idea o tesis de que se puede trenzar de cualquier materia o tema, hasta de un bulo (o bola) que viajó por la red de redes y los mass media a la velocidad que lo hace un rayo, un trueno o un proyectil recién disparado, una bala; y lo tercero y último, acaso, constatar que cabe la posibilidad de asperjar cualquier texto con unas cuantas lágrimas o gotas de ironía, recurso literario que se abre como un amplio abanico y que, precisamente por eso, debido a que tiene o porta tantas varillas, no todo el mundo entiende de la misma manera.

Cada vez que uno, servidor, recuerda que Bías de Priene dijo que “todos los hombres son malos”, por razón que desconozco, en mí brota o nace la idea de completar o complementar lo que, asimismo, por motivo que ignoro, al mentado y reputado sabio de la antigua Hélade se le olvidó o pasó por alto recoger, que todos los hombres son buenos. Hoy, sin tener que retrotraerme en el tiempo, miércoles, 17 de junio de 2015, viene a abundar en lo aseverado el inconcuso maestro de periodistas que es don Manuel Alcántara, quien termina su columna hodierna, titulada “TRATADO DE LÍMITES” (el menda la ha leído en la página 14 de Diario de Navarra), de esta guisa: “En mi no corta vida no he conocido a nadie que no fuera la persona más egoísta del mundo, aunque al mismo tiempo fuese la más desprendida”.

He constatado que hasta “en tiempos de austeridad, guerra y ‘porca miseria‘”, como urdes, uno, velis nolis, está (o se siente casi) obligado a advertir en la realidad de cada día esa grieta por la que se cuela el rayo que nos abastece de ese bien imprescindible, inexcusable, necesario, la esperanza.

Por cierto, a propósito del vocablo central de tu tríada, la guerra, el 22 de enero de 1543 el médico Andrés Laguna, uno de los personajes reales que aparecen en el “Don Quijote” cervantino, tras haber sido invitado por la Universidad de Colonia a impartir una lección magistral, pronunció en su aula magna su celebérrimo “Discurso de Europa”. Los historiadores que se han ocupado de hallar fuentes sobre el suceso comentan que, entre el público que la abarrotaba, no faltaban príncipes y nobles enfrentados entre sí. Andrés Laguna censuró el panorama pesimista que vivía el continente en aquel momento tan crucial, en el que primaba la unión ante el peligro pujante que suponía la amenaza turca. Laguna adujo en su alocución que “las guerras roban al pueblo, abruman a los buenos, incitan a los malos a tétricos y horrendos crímenes, acaban con las artes liberales, estorban el cumplimiento de las leyes, impiden el comercio y, finalmente, conceden a muchos amplia impunidad y licencia para el adulterio, el asesinato, el latrocinio, el perjurio, para socavar o escalar muros, para el incendio, para la destrucción, para toda clase de atropellos”. Han pasado casi cinco siglos de tan perspicaz reflexión y aquí uno tiene la sensación refractaria de que nuestros representantes aún andan por ahí desnudos, sin haber asimilado tan magistral lección.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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